Nulla dies sine linea

31 marzo 2010

En silencio

Y le había contado cosas que estaba seguro jamás había contado a nadie, y presentía que le contaría muchas otras, todavía más terribles y hermosas que las que ya le había confesado. Pero también intuía que había otras que nunca, pero nunca, le sería dado a conocer. Y esas sombras misteriosas e inquietantes ¿no serían las más verdaderas de su alma, las únicas de verdadera importancia?
'Sobre héroes y tumbas'

Dicen que hay que tener sensibilidad femenina para poder captar la esencia, la tragedia y la emoción de ‘Las horas’, de esas películas que te impresionan a perpetuidad.
Tal vez debido a esa falta de sensibilidad cuando con mi marido la vi en vídeo hace seis años él se quedo frito en el sofá a los veinte minutos. Le desperté de un suave toque en el hombro. No me enervaba su cara de sopor y aburrimiento llegando el final, como un niño que desea que algo acabe para ponerse con la videoconsola, pues por aquel entonces estaba enamorada y no prestaba mucho detalle a esas cosas, el cerebro obvia parte de las cualidades molestas de las personas que amamos para evitarnos verlos como lo haría una realidad trasparente e imparcial.
Pero eso era hace seis años. No tomaba en consideración sus desprecios hacia Meryl Streep ni la relación de vasallaje y sumisión que aún así tenía conmigo. Le hablaba de las sensaciones que florecían con tales cintas y la forma íntima que tenía de pensar, y parecía escucharme, sonreír, comprender, más en una adoración ciega que en un verdadero entendimiento.
Pero ahora llego a casa un sábado y me lo encuentro esparciendo cómodamente en el sofá, con una lata de cerveza en una mano y viendo el fútbol, como el icono de la nula capacidad comunicativa existente entre nosotros, implicados poco a poco en una red de indiferencia, una desazón que noto se instala progresivamente en nuestras vidas y de forma irreversible, por la falta de cooperación, porque no intenta saber hasta dónde callo y mis emociones íntimas y desatadas, mis pasiones ante la manifestación del arte y la belleza, querer a través de las novelas colarme en la vida de todas las mujeres que nunca seré y romances que jamás viviré.
Dejo que mi memoria recorra el remotísimo tiempo de los inicios, cuando la peligrosa ingenuidad implícita en cada uno de nosotros me hacía pensar que siempre sería para los dos como un largo verano al que nunca se le helaría el alma. Las confesiones a flor de piel de nuestro románticamente desesperado atardecer en que nos prometimos, la pasión enfermiza de la noche de bodas en la explosión de cuerpos…ahora todo parece envuelto por una frondosa capa de maleza, como musgo que se impregna por las paredes de la casa y por más que limpiamos sigue saliendo cada vez en mayor abundancia, sin opción de contenerlo. Tal vez una de las mayores injusticias vitales es que en el existir no hay posibilidad de dar marcha atrás, de recuperar un esplendor apagado, muerto, asesinado por la propia vida.
Ahora a él sólo le importa el sexo y el fútbol, y lo primero es cada vez más impersonal, más deshumanizado. Ya ni hago la intención de expresarle los estremecimientos provocados por la última gran obra maestra estrenada, ni tengo pretensiones de confidencias íntimas; mi deseo de rejuvenecer de vez en cuando, la libido que permanece dormida, la sonrisa del chico nuevo de la oficina y que él ignora porque me tiene segura, segura y aburrida. Piensa que todo lo dicho en los inicios es suficiente, que ya sabe el cómputo de mí. Me venera pero no me conoce, me quiere pero no comprende la esencia femenina. Qué razón tiene esa frase: Callar también es mentir. Y yo callo no por no herirle, sino porque estamos a años luz el uno del otro, imposible lograr la avenencia, a estas alturas ya lo sé. Entonces le miento silenciosamente cuando le observo con su cara entusiasmada ante el partido, ignorante a la sofocante rutina que me atrapa, y me invade una terrible pena de mi misma, que es tal vez el más atroz de los sentimientos.

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