Nulla dies sine linea

23 noviembre 2023

Los bares del ayer

 


"Y ahora que todo es más viejo, más frío y más gris, y sientes como el tiempo va a por ti"


Cuando cierra un bar de los años pretéritos es como echar la persiana al pasado. Rebobinar la vida y comprobar que se han clausurado demasiadas etapas, y entre esas paredes mudas y desconchadas ha quedado atrapada la memoria de lo vivido. Cómo duele la melancolía con tanta pena en su interior. ¿Cuánto ha pasado desde aquella primera vez, 20 años?

Contemplar las ruinas de lo que fuimos. Todo arrasado y apenas queda nada de la alegría a carcajadas y el tren que tantas veces quisimos perder. Esa ciudad está atravesada de recuerdos, de anécdotas en cada rincón, de tanto personaje mítico y emociones a flor de piel, tan pequeños como éramos y tan endiablados. Me lo dijo una vez mi amigo Rayo, sentados en el Berlín de Madrid. Somos de la ciudad donde hemos pasado nuestra adolescencia. Allí están nuestros más queridos y dolorosos recuerdos, volved a mí, vosotros sois mi juventud, el amor y la ruina de mi alma.

Hemos visitado demasiados sitios, nos hemos emborrachado en casi todas las grandes capitales y dormido en los aeropuertos, y sin embargo nuestro corazón y sus mejores latidos pertenecen a esas primeras esquinas, a esos tragos inciertos, la mirada de un niño que confunde el amor con la atención, el legado del pecado, pieles despertando con el roce en aquel delicioso descubrimiento. Y, sin embargo, ya no reconozco muchos rincones. Hay una peluquería donde antes estaba aquel puto bar que nos acogía. Las mesas de nuestra pequeña libertad de sábado por la tarde son ahora una inmobiliaria, y la chica que ambos nos partió el corazón con la sonrisa canalla y la caída de aquellos ojos verdes hoy tiene tres hijos y un marido gilipollas. O aquella otra a la que dimos de lado por seguir aquel frenético caminar, naufragando en cada atardecer. Era preciosa y nos daba igual. Orejas claveteadas. Chicos riéndose haciendo un tatuaje. El lado mágico de lo peligroso. El cariño se derrochaba, había besos para todos, tantas veces abandonamos o nos abandonaron, dejamos de querer en contra de nuestra voluntad, ignoramos el aprecio o esquivamos el compromiso.

Hay gente que piensa que sería estupendo descubrir la verdadera naturaleza de la tristeza. Yo te digo que está en esta espantosa cotidianidad, en los días sin sentido añorando los días buenos, en esos madrugones a las 7 de la mañana arrastrando los pies por el metro que atraviesa las sucias entrañas de esta enorme ciudad. Sin pensar en fantasmas de vidas pasadas, ensombrecidos en cuerpo y espíritu. A los recuerdos les falta coherencia, sólo les pones nombres para así poder encontrarlos en la oscuridad.
Los primeros amores, una vida abierta a la novedad y al descubrimiento. Mira nuestra generación. Hemos cruzado una incierta frontera, con los amigos muertos que nos sonríen desde ese lugar tenebroso y las bodas y los nacimientos que se suceden en las biografías de aquellos con los que atentas bebías, pensar si eso es lo que imaginamos y lo que creímos que seríamos. ¿Son felices? ¿Lo somos? Anestesia ante el dolor por el futuro furioso que nos esperaba. Las canas, las arrugas, los achaques, las despedidas y los olvidos. El abandono. Ya nadie queda en la esquina del barrio cuando llega el viernes, callejeando siempre en busca de acción. Mira la tristeza de las calles vacías, de las canciones que ya no escuchamos, los otoños que caen sobre todas las cicatrices sin finales felices. Lo que nos pasó. Aquella recesión y la incertidumbre de hoy. El paro y la ansiedad, aquellos que nunca lo lograron, que nunca lo superaron. Y eso que andábamos sin lastres digitales, sin sonrisas de cartón en una red social. Fuimos la generación correcta en el momento equivocado. Mira los bares que ya no existen, como las bocas que nunca regresaron, cuando se marchitó la última flor. Mientras todo se nos une en la maraña de un paisaje onírico antes de irse nublando en la memoria del tiempo. Poco a poco perdiéndose para siempre.


En recuerdo de La Maniega, El Descanso, Kandela, Alkor, Kapital, Dolce, El Rastro, Chiribí y tantos otros.