Nulla dies sine linea

26 noviembre 2011

Palabras y legados



Al principio quedé en estado de confusión y me pregunté: ¿Qué le puedo decir, qué le puedo contar a mi pequeña en este día especial para ella, en su dieciocho cumpleaños? Formas parte de mí desde que eras un bebé recién nacido que lloraba al ver por fin la luz y se aferraba luchando por su propia supervivencia, te vi crecer y llenaste toda mi felicidad con una simple caricia, un “no te preocupes papá”, cuando salías los días vespertinos para volver antes de las 11. Escuchaste tan atenta mis recomendaciones, leíste los libros que te entregaba, te sentabas conmigo los domingos por la tarde a ver mis viejas películas, aunque muchas veces fuera simplemente por complacerme.  
Ahora encaro estos tiempos sabiendo que la última revisión médica no ha sido muy alentadora y el maldito cáncer aún es un peligro latente. Yo no voy a estar aquí siempre y quiero dejarte por escrito algunos deseos y humildes puntos de vista que puedan ser una guía o una luz en el camino. Tampoco estoy por la labor de hacer una teoría general de la vida ni volverme pedante con sermones paternos. Mi máxima ilusión es que tus preciosos ojos negros siempre mantengan el brillo de la curiosidad, el anhelo del saber y de la cultura. Ojalá que, negando y parafraseando a Silvio Rodríguez, nunca se te acabe “la mirada constante, la palabra precisa, la sonrisa perfecta”.
Estás en etapas de cambios y confusiones, de ver la vida como un territorio hostil y desconocido, y también un universo lleno de posibilidades de placer y diversiones que pueden tornarse artificiales. Necesitas tener presente que cuando el tiempo arañe la ilusoria capa que cubre las fiestas y el resplandor de las luces de los bares, cuando inevitablemente llegue el final de la euforia, te quedarán apenas un puñado de buenos amigos leales. Trata de no fallar nunca a esos amigos que son sólidos como rocas, que te reconocen y son fieles hasta en sus ausencias. Cuando necesites una conversación desesperadamente sincera, cuando reclames un apoyo, búscales a ellos. Y también entenderán cuando necesites estar sola, reordenar pensamientos y trazar el lugar en el que abatir las angustias.

Intenta ser siempre digna, no malvendas lo mejor de ti a quien te infravalore y sólo pretenda  un fácil juguete. Debes hacerte respetar y para ello tienes que empezar contigo misma. Y piensa que el amor no es una conveniencia, que nunca se debe practicar por lástima, venganza o interés. Hay una esencia que niega cualquier sospecha de pertenecer al sexo débil. Me refiero a esa forma que tenéis las mujeres de acuchillar sin armas, de hacer más daño con una mirada o un silencio que con cualquier golpe físico. Pero nunca utilices esa ventaja para dañar a un hombre sin necesidad. Que poseas esa capacidad no quiere decir que puedas ir hiriendo impunemente; pues la última imagen que dejes en la retina de alguien será la que prevalecerá, y la existencia puede ser demasiado corta para dedicarse a acumular rencores y cultivar odios en terceros. Más que nada porque hay cabrones firmes que cuando te regalan su desprecio e indiferencia lo hacen para toda la vida, fijos a sus propios y anticuados códigos de honor.  
Habita una historia detrás de cada persona y, pese a la intrínseca complejidad que traemos de serie, hay palabras que te definen con mayor acierto. Deja que sean ellos quienes se tomen la molestia de descubrirlas, y, si son merecedores de tal honor, concédeles saber cómo suena tu voz en un susurro, o el color de tus mejillas al amanecer. Puede también que te encuentres desolada por una relación que ha terminado de manera triste e inmerecida, dominada por la impotencia y la amargura; pero tengo que decirte que el azar reparte sus propias cartas, y resulta que a veces, sin tú preverlo, las mejores historias de tu vida comienzan justo después de un adiós. Uno de los más gratificantes acontecimientos que pasan (y pasan) es recobrar la esperanza cuando, después de una despedida, se encuentra a la vuelta de la esquina el inicio de una aventura maravillosa y fascinante.

Busca tu lugar o tu refugio en las cosas que amas. Una novela, una película, un disco. Ponle banda sonora a tus días según tu estado de ánimo. Debes saber que un libro puede ayudarte a encontrar respuestas y a ordenar pensamientos e ideas, a entender tu lugar en el mundo.  Acude a ellos para paliar el miedo, los momentos de incertidumbre y para vivir otras vidas. Son herramientas de las que echar mano, que apaciguan y te dotan con armas de lucidez, que siempre te van a ser fieles y colaboran a pasar las noches en vela, las tardes muertas, o cuando únicamente busques estar a solas contigo misma y un buen libro entre las manos, tranquila, ajena a todo lo demás. Y dejarás entre sus páginas una secuela personal, una marca de tinta, sangre o vida. O la huella de una lágrima.

Viaja siempre que puedas. Es increíble la cantidad de complejos, prejuicios y provincianismos que se borran viajando, la manera serena que tiene de templar la osadía de la ignorancia. Lánzate sin miedo con una mochila a las salas de espera de los aeropuertos. Patea las ciudades que siempre quisiste visitar, sin prisas, mirando y aprendiendo a mirar. Siéntate en una terraza y simplemente observa la gente pasar. Busca los rincones con más encanto y ten conversaciones con los oriundos del lugar, ampliando tus visiones con sus testimonios, trata de vislumbrarlos como el resultado de su entorno y su ambiente, su historia y su genética. De dónde vienen, qué les hace ser cómo son, cuál es su trayectoria o quiénes les oprimen. Algunos viajes se hacen para recordar y otros para olvidar, confirmando una huida, pero siempre siéntete libre, auténticamente libre cuando imprimas tu presencia en ciudades y países que recorras con entusiasmo.

Llegará un momento en que abrirás un viejo álbum de fotos y te verás ahí, tiempo atrás, más joven y con esperanzas caducas, quizás pasando el brazo alrededor de alguien, sobre su hombro, en señal de camaradería o confianza; y puede que no reconozcas a esa persona que junto a ti sonríe a la cámara, que se haya perdido en la memoria y tu propio yo de esa foto tampoco exista. Resonará entonces el eco de antiguos conocidos, personas que pasaron por tu propia novela un verano, en un trabajo temporal, o que viven en ciudades que ya no frecuentas; todo serán recuerdos acumulados como restos de un naufragio. Pero son los rastros que vas dejando en tus anales.
Trata de entender los  actos y las aflicciones de las otras personas cuando obran con buena intención, y asume los tuyos como una parte de tu originalidad; nunca te avergüences de la intensidad de tu emociones y sus consecuencias, al fin y al cabo, en nuestra frágil naturaleza, cada uno ama, sufre y llora a su manera.

Lucha siempre por lo que quieres; y aunque pierdas, tendrás la satisfacción de haber peleado hasta el final, resistiendo en tu Álamo hasta el último cartucho. Hay ocasiones que crees que todo está perdido y te sorprendes sacando fuerzas de rincones propios que desconocías. Somos fuertes, y nos sobreponemos de situaciones de las que no nos creemos capaces. Tenlo presente si alguna vez abres los ojos y sólo ves oscuridad.
Ríndete cuando ya no haya nada por lo que luchar, o para evitar causar daños a otro, si no, que la derrota te pille en plena acción, mordiendo hasta donde puedas llegar y esto ha sido todo.

Mi objetivo como padre fue intentar que obtuvieras siempre tu punto de vista, tus propias opiniones, huyendo de los dogmas. Sé consciente de todas las personas que, debidamente trabajadas, manipuladas en la estupidez y la ignorancia, cometieron auténticas barbaridades o han perdido la lucidez mental. No me gustaría verte nunca plegada o de rodillas ante lo irracional. Cuando te intenten contar milongas sobre verdades absolutas o altares, cuando quieran abusar de su desfachatez, gira la cabeza hacia la biblioteca, ésa que te hemos legado, y sobre los tomos de historia, sobre los filósofos racionalistas, sobre 3.000 años de cultura de España, pensamiento grecorromano, esplendor mediterráneo  y revoluciones traicionadas, exclama: mentís como puercos.
Debes tener tu propia ética hecha de conocimiento y sentido común, tus valores intransferibles  que no correspondan nunca a pensamientos teledirigidos por terceros.
Tú ya has nacido con unos derechos adquiridos, pero antes precede mucho sufrimiento para hoy poder disfrutar de ellos, y demasiadas bocas que fueron tapadas, raciocinios silenciados e ideas fusiladas. No olvides jamás de dónde vienes y las cenizas de las hogueras que crearon, nunca permitas que traten de robarte tu afán de ser libre y ostentar orgullosa tus propios pensamientos que sean la bandera de tu independencia.

Algunos fantasmas  tardan en marcharse, y de vez en cuando te vienen a visitar por las noches, en forma de un recuerdo, de un error o un remordimiento. Y  te pasas la madrugada entera dando vueltas en la cama, o mirando el techo hasta el amanecer. Es el peaje que debemos pagar. Se vive, se cometen errores y a veces no se nos concede el perdón, o el arrepentimiento rumia por dentro, cada uno con los suyos y quien más y quien menos carga con su cruz. Tienes que estar dispuesta a asumirlo y comprenderlo. A reconocer las amargas verdades. Y no sirve de nada si no sacas algo en claro de las lecciones que brindan el transcurrir de los años. Pues en el pasado está el recordatorio de lo que fuimos y a menudo de lo que somos.

Hay muchas cosas que me gustaría poder transmitirte. Me aterra pensar que no me quede demasiado tiempo para verte recorrer sola la aventura de tu conversión a mujer. El porvenir te pertenece. En tu mano está hacer de tu vida una experiencia épica y evocadora. Que cuando exhibas en tu madurez la belleza de las arrugas, sean el resultado de las luces y sombras de tu biografía, escrita con el impulso de la llama constante que habita en tu interior.