Nulla dies sine linea

01 noviembre 2012

Su amor


Las primeras fugaces sombras de arrugas cubren su rostro hermoso, y parecen adornar siempre la más mínima expresión de sus pensamientos más sencillos. Pero es el excelente nivel mental que atesora lo que hace que Eduardo se vuelque siempre, y que permanezca inalterablemente enamorado de ella, porque es suya, con independencia de la nueva y desnuda realidad de sus vidas.
¿Cuánto tiempo ha pasado ya, desde el inicio? Y el inicio había sido brillantísimo. Vuelve a contemplarla mientras con sus manos rinde homenaje a la perfección de su cuerpo. A la rigurosidad de sus líneas. Sí, es suya, pese a todo.
A veces acude a su encuentro lleno y aturdido de su encanto salvaje y obsesivo y a veces estremecido por la bondad de su retorcido corazón. Nunca llega a entender sus juegos, sus oscuros secretos, pero hay algo en ella que le sirve de catarsis interna. La existencia pasa y trata de entender, de estar juntos el tiempo suficiente.
Eduardo es un tipo solitario, en el poso onírico de sus pensamientos están algunas de las claves de sus sonrisas a destiempo, de las miradas esquivas con otras personas, del andar rápido y deshumanizado. Camina perdido por una ciudad en la que no se reconoce. Pero llega a casa y va a encontrarse con ella para volcar los pensamientos y fobias, el silencioso amor y la pasión que sigue ardiendo como un ritual que no se detiene, que no naufraga aunque el tiempo les haga más mayores y más cansados, aunque existan las semanas mudas, los días frívolos, las tardes sin talento.

Observa por la ventana, busca la inspiración para seguir. Enciende un cigarrillo. Se sienta frente a ella, se queda en silencio y le gusta pensar que se comprenden. Ya casi están atados a la realidad indiscutible del recuerdo, a la mirada socarrona del pasado. Ese extraño placer que hay en el amor sustentado por el dolor a veces casi físico y casi siempre mental.
Y como todos los días, Eduardo se vuelve a acostar a su lado. Y ella está en la mesilla de noche, velando su lugar. Esa novela que ha empezado a escribir siendo aún muy joven y que se alarga, sin ser capaz de terminar. Un libro que los años aún escriben y que es el refugio contra la soledad y contra la desesperación, mientras el tiempo pasa por los dos.
Mira su novela inacabada, apaga la luz y plácidamente se duerme cerca, como si juntos estuvieran viviendo el sueño eterno de la literatura.