Nulla dies sine linea

20 agosto 2012

En tus labios




Una amiga agradable como la noche de agosto en que bebimos tan cerca del mar, y tú hablaste de sueños y planes por cumplir, mientras las estrellas asistían silenciosas a nuestras esperanzas beodas, como si aquella noche estival se mantuviera anacrónicamente entre el pasado que se desvanecía y el futuro imprevisibe.
Con nuestra adolescencia a punto de morir igual que aquel verano en el que nos separamos, la amistad y el deseo confusos; en el silencio tenso sentí la ilusión de que existía entre nosotros una intimidad especial y en un arrebato impetuoso te besé los labios altivos y perfectos, sin pensar si éramos amigos o sólo muchachos con la mirada clara y la vida por delante.

Algunos otoños nos abordaron desde entonces. Crecer, emigrar y perder forman parte del mismo guión. Tú te fuiste a la ciudadd y yo estuve por aquí y por allá. Me enteré que un par de veces te partieron el corazón y alguna que otra fuistes tú la que dijo el no definitivo. Yo estuve ocupado y también coqueteando con ese romanticismo y su violencia, víctima casi siempre de pasiones ilusorias y efímeras.
Persiguiendo otros objetivos y a tumbos con la vida, en la separación que impone ella y la madurez de los corazones, no volvimos a estar juntos en aquel rompeolas, ni compartimos tragos a la brisa tibia de una marejada, y aunque la vida necesariamente debe de ser progreso, búsqueda de nuevos horizontes, avanzar, en una noche como ésta vuelvo al lugar de los veranos de nuestra infancia, me siento en la oscuridad rota por la luna y abro esta cerveza por ti, por tu recuerdo perpetuo entre la arena y el salitre y el intenso brillo de tus ojos verdes, las confesiones y pensamientos al abrigo de madrugadas calurosas, y la intención de experimentar besos por el mero hecho de averiguar cómo sabía el verano en tus labios.

04 agosto 2012

Tu memoria





Pero ni el miedo ni tus cartas lo son todo para mí
Héroes de Silencio


Y volvieron las copas que acompañan los recuerdos más lejanos. El recuerdo, del olor de las sábanas al amanencer, de la noche en que me dijiste que era lo mejor que te había pasado en la vida, cómo sabía el amor en tus labios. Volví a recordar, pensando en ti, igual que éramos entonces, cuando éramos tú y yo y la nochevieja contínua, cuando una sonrisa bastaba para curarte.Volví a recordar, retazos de memoria, como huellas en la arena de otro tiempo; recordé tu cuerpo de mujer, cuando leías sobre el sofá, con las piernas al aire, descalza, tan sexy metida en esa novela que hablabla del estruendo de un derrumbe. Y entré canturreando una canción que tú escribiste, me senté a tu lado, te acaricié los pies y fui subiendo la mano hasta el interior de tus muslos. Cómo se alteró tu respiración, el deseo animal, la pasión como un beso de perro, las manos que te quitaban las bragas. De latidos y mordiscos, el rojo intenso de tu boca y el de la sangre, la que bombea mi corazón hasta debajo del vientre.
Y ahora estoy aquí sentado, pensando en tu semblante, con la tristeza gris del otoño en tus ojos, sin quitarme de la cabeza tu piel tan blanca, tus palabras diciendo que no necesitas de mi juventud desbocada, de mi espanto, la cabeza que viene y va; la carta donde lo explicabas todo, mis ganas de llorar. No sé dónde aprendiste a escribir así. Con esa fuerza, sinceridad y romanticismo marchito. Saber que amarte no fue suficiente, y que no podemos ser amigos si no puedo verte y desear tu abrazo sincero, como el de las noches de invierno en tu piso con vistas al mar, como un corazón que se abandonó en Gijón.
Te quise dejar lejos de mí, en un recuerdo de tu inmortal melena, un rincón de nuestra existencia, y no hacerte daño para que vivieras en tu manera, allí donde las mujeres parecen libres por fin, donde están tan bellas, que ni siquiera necesitan ya la memoria de nuestros sueños.