Nulla dies sine linea

07 junio 2011

Tu metraje


¿Te acuerdas cuando vimos juntos Verano del 42? Y ese punto de vista divertido y a la vez tan conmovedor que me diste mientras te aplicabas una copa entera de Hendrick’s con lima y hielo picado. O cuando estábamos murmurando durante el visionado de New York, New York y quedamos a la vez en respetuoso silencio durante todo el tiempo que Liza Minelli canta la canción ante la atenta mirada de un joven Robert De Niro, sin despegar los ojos de la pantalla, y decidimos ir a Manhattan, o adonde fuera, a disfrutar del jazz y de la vida.
Nunca imaginaste que volverías a aquella isla de la película de Mulligan, siempre te creíste, en tu despreocupada inconsciencia, que no regresarían las imágenes para rebelarse contra ti, el chico malo de los bares de gente bien, el seductor de las insensatas que se dejan engañar con una cita o una canción certeramente recomendada y algunas palabras de filósofo de mierda mientras las miras a los ojos.
Pero la vida tiene esa extraña y cruel capacidad de echar la sal de los recuerdos sobre los fotogramas que más duelen, y hoy han puesto por la tele de cable Sabrina y tú siempre te creíste Humphrey Bogart; por lo que te imagino sentado delante del sofá, volviendo a pensar que aún es posible recuperar algo del encanto de los dioses y también poder irte con la Hepburn.
Pero el buen cine es tan traicionero que nos invita a soñar, a compartir el bagaje emocional, aunque nuestra vida sea una castración de los sentimientos, una forma de existir tullido para el amor y sus deleites. Porque no eres el chaval arrogante y decidido que quería ser Marlon Brando en La jauría humana, más bien estás rayando un tenue crepúsculo en el que el recuerdo se hace camarada del dolor, y ya no tienes noción del tiempo que pasó desde que me dijiste que me parecía a Gloria Grahame en lo perverso y a Eleanor Parker en el rostro.
Soñabas con las actrices de cine y encontraste el dolor y el olvido, al menos en mi memoria macilenta de estampas, y ni tú miras con la firmeza de antes ni yo me siento Jennifer O'Neill bajo la nebulosa del estío.
Pero como mujer me percibo unida a tu recuerdo porque es la película de nuestra vida, pero una cinta por la que pasan diversos personajes que cuando se van, no dejan un fulminante 'The End' sino tiempo real en el quedarse a asumir esas pérdidas y los errores, y las palabras que no estaban en el guión, las que se dijeron de más y los silencios que estuvieron de menos.
Y porque puedes ver y vivir tu propio fracaso, sin tener que proyectarlo en ningún aparato doméstico o en la cómplice oscuridad de un sala de cine. Y puedes percatarte de que las segundas, terceras oportunidades sólo son descubiertas por la gente con suerte, que lo más habitual y lacerante es irse marchitando hasta que se baje el telón, y nadie va a hacerte un homenaje por tu última, larga y más lograda función: es el cuerpo y el alma de tu derrota en directo.

3 comentarios:

Alba Teresa Porta Garcia dijo...

Artistas hay de 3 tipos: los artistas a secas, acostumbrados a plagiarse a sí mismos, y los buenos artistas que plagian a los artistas desprevenidos.
Sin embargo y con cariño, una lectura que se me ha hecho muy interesante.

Roberto GRANDA dijo...

Nadie sabrá nunca cuál de todas las frases que tú me dices en privado es la que yo he utilizado vilmente en este texto.

Alba Teresa Porta Garcia dijo...

He sonreído para mí misma y he pensado tras leerte ''... y claro, dejarles con la incertidumbre de 'qué será' es un juego que se lleva muy bien entre dos. Y si los dos disfrutan haciéndolo... se convierte en un juego cruento y sanguinolento de atractivo para muy pocos..."