Nulla dies sine linea

05 enero 2011

Sé que nos falta el aire y se nos encoge el corazón al atravesar nuestro cerebro los fotogramas de antiguas amantes que nos soportaron hasta que la propia inercia puso las cosas en su sitio. Fotografías que fueron tomadas en un mágico momento donde se forjaban los sueños, cuando se jura por siempre el amor. Y sé que por cada historia que termina quedan secretos que nunca se cuentan, canciones que mueren, lugares que se marchitan y sonrisas que se apagan.
Me pasé media vida abrazando causas perdidas, mujeres perdidas, corazones rotos, intentando rellenar mis propios huecos; y sé que detrás de cada adiós hay una parte de nosotros que se queda, encallada en algún lugar del tiempo, que es como una fotografía de un periodo que queda por babor, con un pedazo de uno mismo que permanece en el pasado, que siempre supo que para siempre era mucho tiempo.
Cada recuerdo lo representa el olor de una piel, el destello de una mirada, esa tarde en la que el mundo se detuvo para contemplar sólo a dos, y los relojes dejaron de marcar sus horas.
Una vida que abandonamos es como una vida que termina. Personas que en un momento se cruzaron en nuestro camino (¿en nuestro destino?) y pasan por nuestra alma para luego alejarse dejando una estela de dolor y memoria en su avance. Amores de los que huímos, amores que abandonamos, que nos abandonan, que dejamos de querer en contra de nuestra voluntad, amores por los que se extingue el amor, amores cuyo amor no dominamos y nos superan, amores que te miran a los ojos antes de romperte el corazón. Y soñamos siempre con su conquista, es el objetivo nunca alcanzado, es la quimera verdadera de la vida, el compartir sábanas de la misma manera que se comparte un deseo, un café para desayunar y un te quiero cuando cae la noche.
Y consumir todos nuestros sueños en unos brazos donde la vida florece y el caos es dominado, y ese cuerpo ahoga todos los llantos amargos de otras experiencias que nos hacen cobardes y temerarios, ese profundo miedo a perder que nunca nos abandona y que tenemos que acostumbrarnos a vivir con él.
Sé de esa sensación de pánico al vernos solos en la línea del horizonte, de tener demasiadas deudas con el pasado que nunca se pagarán, de la resignación e impotencia de no poder hacer nada al saber que otros muerden esos labios. Y las malas compañias, y sacarse de quicio, y sentirse solo en otras pieles.
Pero sé que siempre arriesgué, que nunca di un paso atrás aunque supiera de una misión suicida, aunque el único futuro fuera el abismo.
Todo lo sé porque tuve que comprobarlo por mí mismo. Forma parte de lo que soy como un DNI invisible, una genética que conforma mi carácter. ¿Qué es el carácter? El carácter es echar un vistazo por detrás de nuestro hombro, contemplar lo que ya nunca volverá y sentir que se ha aprovechado la vida, que se hizo lo que en cada momento se quería o sentía, siempre a nuestra manera; que el ganar y el perder es sólo parte de este juego en el que todos participamos.

2 comentarios:

Clementine dijo...

Perfecto.
Nostalgia, recuerdos, las huellas del pasado siempre colonizando nuestra piel. Las ganas de escapar hacia el pasado, o hacia el futuro, o hacia algo que nos llene.
Feliz año.

Cerocero dijo...

y sé que cada domingo prometo cambiar de vida y nunca lo hago.
Una pregunta: ¿Y si no queremos jugar a este juego? Porque me voy cansando ya de perder...

Grandioso texto!