Nulla dies sine linea

27 enero 2011

THE END

Ahora que el último beso se desvanece en la noche, ahora que todo ha quedado atrás arrastrado por la marea, que la oscuridad pudo con el sol y la realidad golpeó en nuestras vidas para hacernos protagonistas de una farsa pactada y asumida, pienso que ha llegado la hora de escribir, un texto definitivo, aclaratorio y deudor de todo esto. Una carta para ti, como antaño escribían a la luz de un vela o una lámapra de aceite, pero yo utilizo la luz tenua de esta hoguera del salón para alumbrar mis ideas y poner calor a mis sentimientos.
Todos los momentos que yo recuerdo los rememoro en estas líneas escritas sin verguenza y con la bandera de la sinceridad más profunda, de esta generación perdida que se abrió pronto al alcohol, de besos prematuros en discotecas vespertinas y primeros fracasos que mostraron la realidad de la vida. Esta generación a caballo que tu y yo intentamos disfrutar buscando los restos de las anteriores. Intento buscar sentido a mi rutina escarbando en algunos atardeceres que compartimos, hablando del comienzo, dedicando algunas líneas a ese primer encuentro de los labios, a la ilusión del resurgimiento. Y cómo todo lo que teníamos se fue deteriorando, conviertiendo en espinas las rosas, haciendo amargos los tragos, desquiciando las cabezas e hiriendo profundamente nuestra alma, que dolida buscaba una salida y el inútil esfuerzo de recobrar el aliento y la pasión, aunque las terceras personas hacían sangre de nuestras heridas, buscaste tiritas entre el vertedero y encontraste tan sólo más suciedad para embadurnar tu corazón. Los reproches y los engaños, la mala conciencia, la frialdad de una mentira.
Y por el desagüe se iban los besos y el sol tragado por el mar, las risas y las noches de verano, los nervios y las canciones, todo se iba cuesta abajo hasta que ya no pudimos detener la caída. Se estrelló. Nos estrellámos. Y andamos renqueantes aún conmocionados por el golpe, cada uno aferrándose a lo que puede.
Escribo todo eso con palabras directas y también frases perfectas. Rincones que me gustaba besar, partes de tu cuerpo que me encantaba mirar. Y lo más polémico que nos azotó. Cuento detalles que siempre quisiste saber, recovecos nunca explorados, los pedazos de nosotros y algunas verdades que siempre quisiste leeer; expreso sentimientos que para siempre pudiste tener, escribo como susurros, beso débilmente en cada palabra.
Todo está en la carta. Es la última. El último broche entre nosotros, las últimas palabras en las que van de la mano cerebro y corazón. Es un arranque de melancolía, deber y necesidad. Notó como la sonrisa de otra mujer comienza a florecer dentro de mí y que esta vez el final será irrevocable, yo me iré para siempre y los próximos encuentros serán fríos e impersonales. Cada vez más distanciados. Hasta que esa primera vez sea sólo un débil punto negro en el tiempo, borroso y lejano como los primeros pasos de la infancia.
O tal vez dejar las cosas así, con todo lo dicho sin decir. Me enarbolo ya que voy por el segundo whisky. Sabes que soy un esclavo de mis emociones, de mis gustos, de mi horror al aburrimiento, de mis deseos, y un eslcavo indefenso de una única cosa importante: mi imaginación. Y comienzo a divagar en que determinadas cosas es mejor que queden en la íntima confidencialidad de los silencios, que el aura entre tú y yo se puede romper con todo lo que cuento en estas tres páginas por sus dos caras. De mi puño y letra. Porque con los ojos nos entendíamos y con las miradas y las palabras también nos odiamos. Nos quisimos hasta repudiarnos y quisimos amar hasta destrozarnos. Tú y yo hemos conocido los rincones más extraños de la vida. Algo que ya tiene un hueco en la posteridad; un regalo que encontramos que nada ni nadie puede arrebatar y que siempre va a brillar en algún lugar de nosotros mismos. Todo lo que pudimos ser, todo lo que pudimos tener.
Con un intenso dolor arrojo la carta a la chimenea. Lo nunca contado vivirá para siempre. Es mejor así. El cariño que se desprendía de cada párrafo será una reserva futura. El amor es frágil pero quizá se salven los pedazos, las cosas que se quedan en los labios, que hubieran podido ser dichas. Las nuevas palabras de amor, la ternura que hemos aprendido, son tesoros para el próximo amante.
Y así, todo lo nuestro, lo veo de alguna manera como una sombra entre las brasas: retorcidos por las llamas, el esplendor y la tristeza de este mundo.

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