La ciudad tiene las similitudes de una mujer. Cuando caminas por ella, si te gusta, te notas tranquilo, feliz, deleitándote en cada rincón, en sus calles, sus recovecos.
Te agrada mirarla a veces con detenimiento, disfrutando de su belleza, de sus plazas, sus edificios y sus lugares verdes. Hay sintonía entre los dos, te gusta estar en ella, sentirla. La vives de noche y la paseas de día, la saboreas y la sufres.
Te lleva a un abismo de rutina en las jornadas laborales pero también es electrizante y cautivadora. Puedes criticarla pero es algo que te lo permites a ti mismo, no te gusta que nadie de fuera lo haga. No te da más el fútbol pero respetas los colores del equipo que la representa al igual que respetas la familia o la fe de tu mujer.
Te acoje para bien o para mal. Aguantas con resignación sus atascos, sus obras y remodelaciones, la lluvia, sus ruidos e inconvenientes. Te libera y también te agobia, te cansa pero no puedes vivir alejado. Hechas de menos su olor cuando estas lejos y la calidez de sus gentes, deseas regresar a sus brazos urbanos, porque la sientes tuya aunque haya más habitantes en su vida. Te gusta verla limpia y hermosa, preparada para las fiestas o encaminando el sábado noche.
Piensas en vivir siempre allí aunque sabes que existe la posibilidad de que ella tenga que verte partir, y cuando regreses probablemente no sea la misma.
Piensas en vivir siempre allí aunque sabes que existe la posibilidad de que ella tenga que verte partir, y cuando regreses probablemente no sea la misma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario