Nulla dies sine linea

31 agosto 2008

Partida

Sus relaciones con los hombres eran como una partida al parchís. Iba sumando fichas y de vez en cuando comía y otras veces le comían a ella. Así empezó con 16 años con Rubén, su primer beso que resultó ser una rana pajillera que le mandaba cartas calientes a sus compañeras de clase. Allí tuvo que volver de nuevo a casa. Y en su casa estaba su madre que le esperaba con unos amigos que tenían un hijo de su misma edad, Martín, que era un fanático del fútbol y acabó mandándolo a paseo la noche de su aniversario en la que quedó con unos amigos para ver la final. Javi era un idealista con una fuerte actividad política, con la bandera del che como emblema y la situación de cuba como más interesante tema de conversación. Ella huyó en balsa hasta la costa de Manu, un chico alicantino, atractivo pero simple que de las únicas revoluciones que entendía eran las del motor de su A3. Cuando se cansó de tanta demostración de testosterona alborotada vió su arcén en Lucas, un piloto comercial que de niño tenía miedo a volar y que su padre le había aplicado terapia de choque. Lo que no sabía al comienzo era que Lucas tenía además miedo a las relaciones estables, y que era un pajarito que volaba buscando su nido en cada aeropuerto de cada país que visitaba, pero al final él se lió con una de sus azafatas que además estaba casada. Vió la oportunidad de aterrizar en los brazos de Eduardo, ingeniero químico, guapo y culto, con el único defecto que acaba de separarse y más de una vez el hombrecito se despertaba por las noches llorando y temblando como un cachorrito sin manta. De un separado a un viudo, Ramón, cuya mujer había muerto en accidente de tráfico y vio en ella un paño de lágrimas que no hacía muchas preguntas y no se interesaba demasiado por escarbar en su herida. Pero no estaba para curar heridas ajenas cuando aún no sabía si lo suyo eran heridas o una enfermedad incurable que le hacía viajar de hombre en hombre en busca de dios sabe que. Al final terminó casándose con Rubén, que una vez que maduró dejó tranquila la líbido y volvío con el rabo entre las piernas y con lo otro jurando bandera y fidelidad. Pero como si fuera un ciclo macabro, él acabó perdiendo la cabeza por una niñata de muy buen culo, y cuando fue a ahogar sus penas en un bar se encontró a Martín, viendo un partido.

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