Nulla dies sine linea

31 agosto 2008

Extremos


Su padre era un amante empedernido del cine,y siempre utilizaba su sabiduría cuando quería enseñar una lección o veía a sus hijos abatidos por alguna razón ilustrándolos con frases que habían salido de las bocas de los más grandes en sus mejores películas. Como una vez le dijo Burt Lancaster a Jack Palance: ninguna mujer merece morir por ella, ni siquiera ella. Ella era Claudia Cardinale y Sandra tenía un voluntuoso busto similar que casi lo mata. Pero aunque sabía que su padre hubiera muerto por Claudia, agradeció el cumplido, ya que el estuvo apunto también de destrozar a Sandra. No era la primera vez. Siempre había sido un tipo de extremos. Siempre había hecho daño o le habían hecho daño. Había destrozado o le habían destrozado. Sin rendicción. Nunca claudicaba hasta que le devolvian a su casa totalmnete agujereado y roto, o jugaba con sus víctimas hasta que la desesperación las llevaba al extremo cercano a la locura. Su idea era que el amor solo es real cuando duele, que la estabilidad y la tranquilidad solo pueden desembocar en el aburrimiento y la rutina. Y no lo buscaba, pero siempre se encontraba enfrente de mujeres que parecían guerrilleras del Vietcong, peleonas y combatibas. Amar implica verse expuesto a que te agujereen el pecho, a que te destrozen la razón y tu corazón se vea tan expuesto al infierno del dolor que acabe vomitando fuego. Son riesgos que hay que correr. Daba igual que la destinataria de sus deseos no pareciera a priori una mujer complicada, difícil de llevar, de esas que no sabes cada día si le han despedido a su personaje de la telenovela o simplemente está de mal humor. Por eso cuando conoció y entabló relación de pasiones mutuas con aquella mujer fantástica y adorable, de grandioso sonreír y amable conversación, a la que todo el mundo veía como la inquilina perfecta de una relación en la que ambos se amaban y respetaban, sabía para si que tarde o temprano acabarían matándose.

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