Nulla dies sine linea

20 junio 2012

Lugares


A Miguel le gusta sentarse en ese banco, junto a la enorme extensión del oceáno que se abre en su inmenso azul profundo, e imaginarlo lleno de misterios y criaturas míticas que amenazan las pesadillas de los mejores marinos.
Raúl ocupa siempre la misma mesa del mismo bar a la misma hora de la tarde, y pide el mismo refresco con hielo y limón. Por unos minutos, allí, entre la gente, se siente realmente libre y relajado, en ese periodo desde que sale del trabajo hasta que llega a casa, sus dos prisiones.
A Susana le agrada pasear a su pequeño por el parque cada mediodía. Otros padres se sientan en un banco mientras sus niños están en la zona de juegos, pero ella prefiere que el pequeño Matías vea pasar ante sus ojos cada segundo una cosa nueva, por eso caminan y caminan hasta que los dos tienen hambre.
Isabel tiene una pequeña cabaña en el monte y a 500 metros de cualquier carretera. Hay que aparcar el coche al pie del camino y luego continuar andando. Allí es donde va cuando ya no soporta un segundo más a su marido, y se escapa para evadirse y leer, enciende un fuego y toma café caliente mientras el silencio de la noche le aturde los oídos.
En una de las esquinas del barrio, hay un supermercado, pero años atrás, antes de que las grandes superficies destrozaran al pequeño comercio, había sido la tienda de regalos de Marga. Allí vivió algunos de los mejores momentos de su vida, viendo crecer al vecindario, y ahora, otoñal y con canas, cundo pasa por esa esquina sólo ve su montaña de recuerdos entre carritos de la compra.
Arturo conoce una terraza en el centro desde la que puede contemplar durante horas a la camarera del bar de enfrente. Cuando sale a recoger, cuando limpia las bandejas, cómo camina. Nunca le dijo nada, pero espera algún día reunir el valor suficiente para invitarla a salir.
Hay un sitio en el Parque San Francisco en el que siempre se pone el vendedor de barquillos en verano. A Tamara le gusta comprarse un par y recordar su infancia, ver el estanque de los patos, disfrutar del verde...es su lugar especial en el corazón de la ciudad.
Desde el sofá de su casa, María aguarda pacientemente a que acabe el partido, a ver si él le hace un poco de caso, o le dice alguna palabra de amor. Tal vez sea verdad que la vida se renueva sin cesar, y el esplendor y la belleza le abren paso; por eso María espera que llegue alguien que la saque de ese contorno de grises.
Gentes de todos los rincones de la tierra habían ido a parar a Londres. Es un bullicio de ciudad, rebosante de vitalidad. Pero Julio se siente muy solo entre toda aquella gente. Había llegado un año antes con ilusiones de futuro y ahora friega vasos en un restaurante del barrio chino. La soledad se puede sentir aunque te rodeen millones de personas.
Santi no quiere regresar más a la casa donde vivió con ella. Una vez volvió desde que ella se fue, y parecía conservar cicatrices de ambos, como las huellas de los cuadros dejan en las paredes que han protegido durante años de la marca del tiempo.

1 comentario:

Pavel dijo...

Has descrito perfectamente la misma "situación-sensación" a través de distintos personajes.
Me ha dado la sensación que era la introducción a un relato más extenso.
Porque me ha sonado a un " guión"....
No comparto el título del texto, alguna critica tengo que hacerte pero cosntructiva.
"No está mal poder evadirse y escapar de los momentos en que tu vida te parece una mierda "