Nulla dies sine linea

09 junio 2012

Despertar




Se despertó inquieto, con la oscuridad de la noche casi en las últimas, notando una falta que le había desvelado. Cuando llevas mucho tiempo compartiendo cama con una persona, hay un resorte que se activae instintivamente y notas la ausencia de calor que te hace abrir los ojos. Es uno de esos hábitos que se adquieren con la rutina del amor. Ella estaba sentada al borde de la cama, con los pies apoyados en el suelo. Permanecía desnuda, y ésa es otra de las cosas que pasan con el transcurir, que ya no te llama la atención la desnudez del otro, no hay sorpresas. No era como cuando su belleza radiante, su novedad sin explorar lo atraían insistentemente.
Mantenía la vista fija en algún punto inconcreto de la habitación, con los ojos como ausentes, el gesto serio. Él estuvo observándola, por su espalda, un instante innecesariamente largo, pues sabía que nunca era capaz de vislumbrar sus pensamientos más profundos, sus certezas más extremas. Hace años, cuando ella era lo suficientemente joven, le obsesionaba cada vez más el deseo de inculcarle algo suyo antes de que su personalidad cristalizara completamente. Pero con el devenir de los inviernos fue perdiendo poco a poco la esperanza, y se contentaba con tenerla a su lado.

Aquella mirada gélida que habita en sus ojos cobalto se cruzó con la de él, y a su «¿Qué pasa, cariño?", un gesto de trascendencia en su rostro hizo incomporarse al hombre que dormía a su lado.
Una lenta pelea se había demorado durante horas. Las peleas de pareja son muy desagradables. No respetan ninguna regla. Especialmente cuando no hay erotismo suficiente para sobreponerse con el deseo de poseer nuestro objeto de seducción y odio. Cuando la pasión ya es un recuerdo, las brechas no son como el dolor ni las heridas: es más bien como llagas que no curan porque les falta tejido para hacerlo.
De su boca salió una explicación que hablabla de la extraña frontera que juntos habían cruzado. Eran muy jóvenes cuando se conocieron, proclives a las fuerzas de la naturaleza, y, como dos niños pueden enamorarse mientras se pelean por una pelota, habían ido tomando conciencia el uno del otro, y aquella sensación había alcanzado proporciones sorprendentes.
Ahora estaban sentados sobre los pilares de algo sólido pero ligeramente revenido por dentro, como si la roca que hacía de fuerza en su relación no pudiera echar a rodar, visitando otros parajes más hermosos y emocionantes. Ella le explicaba todo esto con semblante sereno, y un firme timbre de voz.  Cómo esa noche, mientras él dormía, había intentado en vano recordar qué propósito les guiaba, y no encontró ninguno, más allá de aquella estabilidad que les bendecía.
Él se acercó despacio, como a punto de soltar su último te quiero, pero, antes de que le invadiera algo parecido a la desesperación, en cuanto le vio la cara, en cuanto miró los ojos que por fin se clavaban en él con toda franqueza, se olvidó de todo lo demás. Conocía demasadias parejas en las que hubo una separación y luego se reconciliron, pero aquello fue el principio del fin. Y recordó entonces lo que le dijo la primera vez que la invitó a salir: "He pensando en ti todas las noches, en cómo es ese momento en que te vas a quedar dormida. Me daba miedo encontrarme contigo, hablarte. Te he visto algunas veces, de lejos, como en una carroza dorada, y el mundo me ha parecido un buen lugar para vivir". Por eso no dijo nada, aguantando unas dolorosas ganas de llorar, pues reconocía lo lejos que estaban ya de aquél día, mientras aquella mujer que había amado hasta agotar todo lo que les unía, permanecía preguntándose si reconocería en el nuevo verano todos los veranos del pasado. Si alguna vez encontraría un pedazo de mar que no le recordara a él, arrastrándole hacia lo vivido.
Y los rayos de sol comenzaban a entrar por las rendijas de la ventana, bañando su frente, su pecho, anunciando con su luz el despertar de un nuevo amanecer.

1 comentario:

Pavel dijo...

Gracias por volver a estrella errante.
Me gusta el enfoque que le has dado y el estilo de la narración.
El vistazo y estrella errante, hacen un buen lote de tu saber hacer, sigue así, tu evolución es excelente
Animo y a escribir mucho