Nulla dies sine linea

19 marzo 2011

Mundos

Qué extraño resulta conciliar mi momento personal con la dura realidad de las noticias que nos golpean, contigo junto a mí, tumbada en la cama al calor de la promesa de primavera que hay en el aire, nosotros dos mientras el planeta está loco, el sufrimiento envuelve a las personas, los tambores de guerra atronan en el cielo, la muerte aguarda detrás de las esquinas; y yo aquí, con la juventud, la esperanza y la belleza entre los brazos; admirando la sofisticación de tu cuerpo, que me produce una vaga excitación esa sensación de que nos diriguimos a toda velocidad hacia un destino extraordinario.
La naturaleza se ceba con la tierra y a mí me regalan la criatura más hermosa que habita sobre ella. Mantenemos el silencio al caer la tarde, con las sábanas desordenadas extendidas de cualquier manera, mientras las agencias se vuelven locas, ese "mundo que se desmorona y nosotros nos enamoramos", el dolor de tantos seres humanos que contrastan violentamente con el vuelco al corazón que me produce catalogar tus ojos verdes en mi memoria, la paz que reina en el dormitorio, la adolescencia del idilio, el triunfo de las nuevas oportunidades que regala la vida, reflejo del orgullo por sentir, en contrapartida con tantas personas condenadas a no volver a experimentar nunca más el verdadero amor, que viven entre nosotros, rostros anónimos, como una sombra atrapada en sí misma, que esperan con resignación y cobardía aceptar el destino que se merecen por la ingratitud hacia las verdaderas pasiones.
Y yo que hasta hace nada tenía el alma vacía y silenciosa, como el aula de un colegio en pleno mes de agosto, restriego mi dicha por todos los rincones de mi victoria, el pelo dorado que descansa junto a mí, el aroma embriagador de las carnes, el olor del sexo en el aire y el convencimiento de tratar de poner cada momento a salvo en la memoria, como refugio para cuando aparezcan las derrotas, cuando regrese la convulsa existencia, poder encontrar amparo en el recuerdo de instantes como éste, en el rostro precioso que un día me sonrío; saber que la alegría te regala lo mejor de ella aunque luego retroceda, la sensibilidad de una mirada que observa el mundo como un territorio hostil que sabe entregarnos también lo mejor de él.
Y una fastuosa luna llena entra por las rendijas abiertas de la persiana empapando la habitación como un torrente plateado, aunque todo es terrible encuentro mi mundo en tus brazos. Tal vez no sea yo el que esté en el mundo, sino que es el mundo el que está dentro de mí, y sus miserias, sus guerras, desastres, alegrías, crepúsculos, lunas y amaneceres me van cambiando según se sucedan las situaciones, me moldean y hoy me regalan un poco de desastre en pérdidas lejanas y mucho de esperanza y un manantial de amor que promete de momento no ensañarse con las personas y respetar la tierra firme de mi alma.

No hay comentarios: