Nulla dies sine linea

04 abril 2014

Martillazos



Una nota de despedida escrita a mano en la cocina. Un canuto a escondidas entre la sordidez de cuatro paredes. Siempre vagando de aquí para allá con las pertenencias a cuestas. Detalles que marcaron mi juventud, mientras aprendía a salir adelante como podía en la lucha por la existencia.
Tenía 21 años cuando vi La vida soñada de los ángeles, y evidentemente fue una de las cosas que más profundamente me impactaron frente a una pantalla. Un mazazo como si hubiera sido golpeada con un martillo. Tal vez porque conocía demasiado bien aquello de lo que hablaba. La tragedia cotidiana de tantas mujeres anónimas alineadas en fábricas del primer mundo. La amistad frente al naufragio. Las personas que sólo buscan que las quieran, y son pasto de los hombres sin corazón que las despojan hasta de su dignidad. El tremendo abismo al que te pone la soledad.
Entonces todo en mi vida era confusión, me alejaba de los hombres por pura tendencia natural a la desidia, despreciaba (y aún lo hago) esa diferencia de clases que intenta marcar los límites y los territorios de cada estamento social, barnizado todo con esa capa de hipocresía e ignorancia que lo ensucia por completo. Formaba parte de esas almas errantes que buscan compañía en su largo caminar, tenía ilusiones de escapar, de esperar a que un día me sonriera la suerte.
Los hombres son tan simples que no entienden, si acaso comprendieran lo que realmente nos pasa por dentro...pero dales una cerveza y un partido de fútbol y se olvidarán de todo, felices en su universos ficticio de ídolos de barro. Y puedes pasarte años viviendo en la misma casa con una persona, sin que ésta te conozca en absoluto, ni siquiera intuye que hay detrás de tu mirada, cuando se torna melancólica, cuando sonríes con muecas forzadas, o el lenguaje de silencios que tampoco saben interpretar.
La extraña sensación de sentirte sola, rodeada de gente. O por qué escribimos en diarios que sólo serán leídos cuando no estemos. Y el lugar que ocupan en nuestra memoria las personas a las que ya no vemos. Los amigos que alguna vez pasaron por nuestro entorno para compartir un pedazo de nuestros sueños rotos. Alguien con quien pasar los años más duros del invierno, mientras aguardamos encontrar el esplendor en la hierba, o simplemente juntarnos con la persona correcta. Ya lo dije, vidas anónimas, rostros cualquiera en alguna ciudad de tantas. Nuestros dramas rutinarios que nadie tiene interés en contar, que no salen en las portadas de las revistas, porque lo forman mujeres que han nacido para perder.
La aspiración de ella era sobrevivir. No anhelaba demasiadas cosas, tan sólo ir tirando.
Espero, mi amiga, que hayas encontrado esa vida que soñaste, que te hayan salido alas para poder volar.

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