Nulla dies sine linea

14 febrero 2011

Oportunidades

Mientras caía la lluvia sobre los tejados grises de la ciudad, ella pensaba futilmente en la corriente de su vida: momentos resplandecientes y sucios estancamientos. Pensaba que el miedo había marcado la mayor parte de los procesos de su existencia, ese miedo bárbaro e inmaduro que tanto daño había causado; le averguenza el hecho de que gente buena y honesta habían sufrido sus aventuras mentales, de las que sólo ella había salido indemne. Todo lo que sucedió tendrá que asentarse, con años y experiencia, y valorar si fue un error, si tal vez sea el mayor fallo cometido, la opción que escogió y que debe asumir. Comprendía que iba a necesitar mucho tiempo, mucho más del que pudiera disponer, para pegar aquellas extrañas y enojosas imágenes en el álbum de su vida.
La cobardía le hizo huír. Tan lejos que llegó al punto de partida anterior. Todo había acabado. Había adoptado el método más violento, el más injusto y cruel, aunque el más débil para escudarse de las puñaladas de la memoria. Él se había echo dueño de sus anhelos juveniles, y de sus insondables profundidades, había extraído de ella una ternura que a ella misma le sorprendía, una amabilidad y generosidad que no había demostrado con nadie más. Y había provocado mucho más que una admiración apasionada: mantenía hacia ese hombre un profundo e imborrable afecto, y guardará su amor a través del tiempo. Y es que había sido como un sueño que ha esperado tanto y que ya nunca esperaba encontrar, por eso es reticente a que se desvanezca en una atmósfera sin color. Todo lo hermoso será una batalla ganada al olvido, habitará en su memoria; las mujeres pueden hacerlo, pero ellos no, por eso le duele la certeza de que él lo recordará siempre, pero no por la belleza que tuvo sino por la amargaura que dejó, la gran amargura. Todos los años sin volver a verla, sin volver a besarla, una puerta cerrada y atrancada...porque no se atrevió a ser su mujer.
Por eso cuando apareció ese chico, joven y despierto, que sin pensarlo ni un segundo se dedicó en cuerpo y alma a enamorarla y lo consiguió, vio una rendija en las ventanas cerradas de su rutina, de su prometido de siempre, de su aburrimiento. Como una segunda oportunidad que se le ofrece a las personas que menos lo merecen. Como si el abismo al que él conscientemente le arrojó con su indiferencia pudiera ser remendado. ¿Sería capaz de hacer justicia con el brillo que irradiaban sus ojos? Parecía de repente que quedaba mucho en la vida, a condición de que ese renacimiento de viejos intereses no significara que huía de nuevo de ellos, que huía de nuevo de la vida.

1 comentario:

Clementine dijo...

Me he sentido identificada con la mujer del relato, y sus deseos de huir. Hacia mucho que no te leía y sigue siendo un placer.
Un beso!