Nulla dies sine linea

02 septiembre 2014

Abismos

Me dijo que años atrás estuvo una temporada de visita en el infierno.
Hablamos de los enfrentamientos mudos y con nocturna violencia. Era el terreno donde se batía y donde las desventuras del pensamiento se hacían más intensas, más notoriamente reales; como si lo esencial de nosotros se revelara en nuestras carencias, en las zonas más vulnerables del día.
La garganta dura y áspera, los ojos dilatados, restos de ropa por el suelo, colirio sin abrir.
Despertaba de madrugada, pero se negaba a claudicar al momentáneo alivio que ofrecen las pastillas y somníferos. El sucedáneo de un remedio.
Y se pasaba horas en ese estado de sopor a caballo entre la vigilia y el sueño, tratando de espantar demonios y lastres del pasado, con el alma enredada en la red de sus propios hilos, en la trampa sombría y cruel que llamamos depresión.
Muy a duras penas quedaba con la mente en tierra de nadie, pura y libre tal cual la infancia, como esa época en que nacen los primeros recuerdos, cuando la memoria es una cápsula por estrenar y se va llenando de vivencias y sensaciones.

Es hermosa, delicada y amable. El tiempo en aquella dualidad de uno mismo apenas se cebó con marcas en el rostro y en su aspecto ahora saludable. Otros ni siquiera consiguen regresar de ese viaje al precipicio.
Me entrevisté con ella en un tranquilo bar de un barrio céntrico, donde bebemos una cerveza detrás de otra  y hablamos atraídos por la curiosidad mutua. Ahora dice haber superado aquellas huellas tristes y perdurables, aquel cristal en el corazón, y que no se puede vivir con miedo.
Imagino que no, que no es forma de dar pasos sólidos por la existencia. Y pocos valoran la discreta heroicidad de mantenerse firme, de seguir tan consecuentemente su camino a expensas de ese miedo, de la amenaza constante de la cuchilla de afeitar o el gatillo.
Me gustó su porvenir. El que pude intuir en sus ojos, en su sonrisa desbordante de creencias.
Seguimos bebiendo aquella noche, celebrando las inocencias y las tragedias perdidas, dejando atrás sus estigmas y mi presente. Vivir ya no era una tarea dramática.  

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué maravillosa capacidad de meterse en alguien que sufre depresión y que final ,donde sale de esta terrorífica experiencia.La depresión,es un estado muy difícil de superar.Ellas,realmente sólo avisan de cambios muy bruscos,yo diría que brutales en uno mismo.Pero hay veces que son demasiado fuertes para la persona que las padece y se quedan atrapadas en ellas o recaen constantemente porque no son capaces de asumir esos cambios.Se necesita un valor incalculable y este personaje lo consigue!!:) Muy chulo,