Nulla dies sine linea

22 octubre 2009

Condiciono yo

No creo en la fortuna, en la ruleta de la suerte. La única vez que jugué en un casino habían salido cuatro negros seguidos. Aposté una importante cantidad al rojo y salió negro de nuevo. Rehúyo de las probabilidades, que siempre tienden a fallar.
No creo que si no me como todas las uvas en nochevieja vaya a tener un mal año, ni hago ofrendas a ningún santo. Todo lo que tengo me lo he ganado yo a pulso. El único destino es el esfuerzo personal. Me he jugado decisiones muy importantes por una ilusión, por una intuición, por tener valor en el momento que lo requería.
Cada acción cuenta, cada decisión cambia el rumbo de nuestros días.
No existe la superstición. Aunque te santigüéis al subirte a un coche y emprender un viaje, si ese día la fatalidad se viste de conductor borracho que invada tu carril has perdido la partida. También lo llevas claro si no has estudiado para un examen por muchos rosarios que anudes a tu mano.
A golpes de corazón se lucha por los años, a estocadas de rabia se recupera o se pierde a una persona, si no actúas no conquistaras a esa mujer por mucho que lo desees. Por tus actos te conocerá.
Con un buen par se sacan adelante los proyectos, se edifica una vida.
Todo el dinero que ha entrado en mi casa ha salido del sudor de frentes que madrugan, que preparan café entre bostezos y llegan a casa agotadas. Desde el momento que somos expulsados al mundo, por muchos cuidados y atenciones que recibamos, la supervivencia al final depende de uno mismo. En los momentos verdaderamente bajos es donde se aprecia la voluntad de sobrevivir, de levantarse aunque las piernas te pesen como mil diablos, de sacar los dientes a la fatalidad, de morder las horas y a la desgracia.
No creo que nada esté escrito. Ningún ente puede señalarme con el dedo y decidir que ha llegado mi hora. No sigo vivo por la condescendencia de nadie que me permita seguir respirando gracias a su todopoderosa bondad. Defiendo la independencia del ser humano, su capacidad de exaltarse o destruirse, de ser su propio impulso o verdugo; no delegemos en nadie esa responsabilidad.
El desaparecido Ángel González ya lo sugirió, sólo uno puede modelar medianamente lo que le espera, la jornada la abordamos con nuestras actitudes, mañana no será lo que Dios quiera.

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