Nulla dies sine linea

29 enero 2009

Antología del amor


Llego a la conclusión de que cada uno de nosotros se ha forjado un concepto equivocado del amor, labrado a medida de las propias conveniencias o fracasos, también llamados experiencias. Uno habla por boca de lo inflingido y es fácil contemplar las contradictorias reacciones de todas las personas y su confusión y dificultad para salir del propio cordón umbilical. Lo más certero que he llegado a leer fue la “Antología del proceso” que escribió mi hermano Sebastián hace 10 años y lo he guardado porque me parece que se aproxima a una idea generalizada, entendiendo el proceso no desde una referencia kafkiana sino el camino del amor y sus arterias. Algunos fragmentos son:

“Puede que me confunda en este análisis pesimista, donde hay un inicio y un final, donde no se le da ninguna opción al epílogo feliz.
Antes hay que explicar que no podemos otorgar la superlativa categoría del cariño a los contactos esporádicos de varias noches, los besos inútiles, a los que nosotros mismos nos encargamos de echarles encima la tierra del olvido, restando toda importancia; y conservamos la esencia del verdadero amor, perdurable, como perdurables son sus grilletes, que, en una intensa contradicción, ese amor es el único modo que tenemos de ser libres. Los ojos cálidos de la otra persona significan que no estás solo, es una sensación que palpita.
Con toda sencillez, como el que bebe agua del grifo, se presenta de improviso y nos llena de su libertad y de sus cadenas, del insondable bloque del enigma, el impulso inconsciente que nos lleva a emprender un profundo itinerario del que desconocemos sus fronteras y que carece de mérito (el poeta, así como el buen orador, abogado, atleta o pintor, necesita un don; para caer en las redes del amor y del sufrimiento basta con saberse un ser humano)
Pero es esa ineludible tortura el sentimiento de emoción más honesto; aún sabiendo que colabora en la locura y puede llegar a suplantar la verdad, ya que la voz del amor está cuajada de mentiras”.
“(…) al comienzo, en el amor el tiempo no se mide. En el amor el tiempo se siente, como se siente un dolor. Y regalamos la serena confianza mucho antes de empezar a estar desconcertados.
Luego esos mismos sentimientos, a fuerza de no ser regenerados, han perdido su brillo y su fuerza inicial. Es la llamada decadencia de la plenitud. Es la estabilidad la que puede llevar a la rutina, o la falta de la misma la que conduce al desastre; sea como fuere, empiezas a ver que las heridas que te sangran son ya de una guerra que no te pertenece; riegas el recuerdo, que comienza a envejecer y resquebrajarse, clavado en la lanza del cansancio y del olvido, o sobreviviendo inútilmente en la efigie de un retrato”.

28 enero 2009

La vuelta

11 de febrero de 1938:
Me pregunto si acaso mi mujer me reconocerá cuando sea que vuelva a su lado, sin antes envolver sus ojos de luto.
He envejecido tanto por dentro en tan pocos meses, y las cosas que he visto, que me han cambiado, los abismos que visité, los lugares insólitos a los que descendí…mi mundo ha tergiversado alejado de ella y las cicatrices internas repercuten en mi personalidad cómo el destello de una bala.
Su reflejo se me pierde por los embarrados senderos, y ya no somos aprendices de nada, ni para saber querer.
Esa forma de recordarla, tan temida como admirada, en la que me llego a plantear ciertos interrogantes, por qué en mi pensamiento hasta cuando intento acariciarla me hago daño.
Necesito la experiencia de lo vivido, y la muerte revelada en mis ojos, como un suspiro póstumo, que quiere alcanzar la plenitud y la perpetuidad de su recuerdo baldío.
Ya no distingo entre su existencia y los sueños, entre lo que fuimos y lo que será ahora el nombre de la compañera que tanto quiero y añoro.
El sol me trae la suavidad de su rostro, y en anocheceres como el de hoy, a cientos de kilómetros de distancia, con una manta debajo de mi cuerpo y un manto de estrellas que surge encima, creo advertir su olor (rebosante y breve) entre mi preludio de letargo y la indiferente aurora, su estatua en el horizonte, su voz susurrando entre los silbidos de la noche y la luna que toca su vals; pero es transparente su ausencia y estoy falto de su calor, ese que emana de su cuerpo y de cada poro de su piel, pero que no puede derrotar estas tinieblas de horror que me acompañan; y la foto vacante que me sigue observando, pues todo cuanto poseo es mi propia memoria y un fusil que a cada disparo me empuja ferozmente de mi casa.
Ella espera tras la incertidumbre de una despedida en una calle descalza y el recuerdo que le dejó un beso vidrioso y una carta de letras vacías.

21 enero 2009

Soy


¿Soy la adolescencia que termina, o soy los 19 años que empiezan? Y me niego a creer que mi vida sigue en este estado de asombro.
Soy una biblioteca vacía, un volumen enciclopédico sin contenido, una caja hermética de cosas por llenar. Busco respuestas donde no quiero encontrarlas, y en los diarios que nadie quiere leer.
Soy la inquietud que despierta mi sexualidad, y mi rincón donde almaceno dudas y recelos. Soy la vertiente más amarga de las melodías alegres de la radio; soy mi propia conciencia disimulada con mi sonrisa, el lugar hacia donde se dirigen las miradas de los hombres de todas las edades. Es mi cuerpo el que cambia, o es mi mente la que crece.
Soy una mujer pero me siento una niña en indecisión, soy aún una chica pero razono como una mujer. Soy todo lo bueno que piensas de mí, y mucho más que eso.
Su observación de mis problemas, el contenido de mis lágrimas, la dureza con la que le extraño. Soy yo la que acude en su búsqueda cuando me llama, y la que se pregunta los motivos de su propia condición.
Soy la señal que indica la salida, y la luz de quién piensa en un final; soy celos y esperanza, soy una pesadilla, un sueño, una canción dormida. Soy inexplicable al intentar recordarle; soy la suma de todos mis yo, la habitación cerrada donde yace mi estupor, mi camino sin pisar, las fotos de lo inalcanzable.
Soy juiciosa y nada frívola, admito que no me conozco muy bien por dentro, y por eso sé que el alma es un instrumento que nunca se llega a dominar del todo, puedes dominar la técnica superficialmente, pero nada más. El resto de lugares de una misma tienes que descubrirlas o adivinarlas, bien mirado es lo mismo, también puedes inventarte un alma, no darle muchas vueltas e ir por el mundo con tranquilidad y sin pensar demasiado.
Son mis padres los que no cuestionan, los que no atinan, ni observan, ni parecen querer ver. Y la mañana me destapa del abrigo de la noche, ya me siento sola en la casa llena de gente y en la ciudad que despega a mis espaldas.
Yo soy toda en mí un signo de interrogación, y me he creado la imagen de inmutabilidad de cara a los demás para no tener que responder a muchas de sus preguntas.
Soy un brote de lo que crece sin poder contenerlo, la parte más inaceptable de un te quiero; soy los besos inmerecidos que he regalado.
Soy un vistazo que pasará por tu cabeza, y para ti seré solo una chica guapa más.

20 enero 2009

Delirios de libertad




7 de octubre
Todas las mujeres se creen diferentes; todas piensan que ciertas cosas no pueden sucederles, y todas ellas se equivocan. En mí, como en la mayoría de los hombres, dormita un adolescente nada seguro de sí mismo. Tras dieciocho años de matrimonio me alejo persiguiendo carreteras inciertas. Deberías verme ahora Berta, tú que siempre pensaste que no era capaz de actuar de esta forma, que creías que era la firmeza y la serenidad hechas hombre, que ni un solo día de nuestro matrimonio has dudado de mi sensatez.
He buscado una coartada en nuestro pasado, en toda esa ternura de palabras que me he dado cuenta no sirven para nada; pero mi ausencia te pondrá en alerta más que cualquier reproche, que cualquier carta de despedida. Todo lo que te preguntes, en la cama vacía encontrarás la plenitud de las respuestas.
Te hice dueña de algo que en realidad no podía entregarte, pues mi libertad es una consonante mal pronunciada. Me siento mayor y asustado. Desconozco el motivo concreto de esta locura de impreciso retorno pero percibo que nuestro tiempo se ha acabado. Recibo un estímulo iniciático que invita a continuar; me lío por viajes donde hayo pasajeros limítrofes en ningún lugar, versiones de uno mismo estampadas en cualquier retablo de prosas inacabadas, y la sinfonía de mis pasos es la variante más correcta de lo que pretendía ser una huída en estampida. Nadie me merece tanto como yo mismo, y soy de los que encuentran gradualmente un motivo para escapar. Soledad era una excusa. Si como afirmaba Fitzgerald, la vida es sólo un continuo proceso de deterioro, yo busco mi segunda juventud lejos de todo lo que representas.
En el fondo estoy lejos de poder ser alguien mejor, y confesar es pecado para los tipos como yo.



10 de octubre
Hoy conduzco ya durante más de 14 horas atravesando mi propia incredulidad, y ahora las carreteras están disfrazadas de nocturnidad sobre el asfalto lluvioso. Una viejo saxo de jazz que suena de la radio es mi copiloto, y mis pensamientos están marcados por el éxodo y el miedo. Recorro kilómetros sin dirección, sin rumbo, tratando de alejarme de no sé el qué, pisando el acelerador y surcando autovías empapadas, algo no me deja detenerme en mi impulsivo recorrido y me ha asaltado el temor, de que venzan mis ojos en mi rodar y encuentre la muerte tan lejos y tan injusta, y que me aleje de ti. Un despiste, un frenazo entre el agua salpicada, una curva preparada para la ocasión y no volveré a sentirte cerca, ni a contemplar tu rostro recién levantada cuando juegas a no querer afrontar el día, ni tu piel clara y ese olor a cielo que ahora se me presenta tan remoto.
Me abraza la franqueza y el pensamiento de no volver a verte. Freno, o tal vez es mi mente la que se detiene, y busco la manera de regresar. Mis delirios de libertad finalizan en el momento que cruza como una exhalación tu recuerdo y la idea de la muerte propia.
Berta, he renegado de lo más importante por no querer asumir mi desgaste, nuestra propia madurez que marcan las arrugas.
Ya estoy a unos pocos pensamientos de casa. Haremos el amor lejos de mi propia condición de prófugo, volveremos a encontrar paz en los momentos más íntimos de la noche que abordamos para nosotros.

19 enero 2009

Perdición

Te miré y encontré la puerta de tus ojos abierta, inquieta, profunda como nunca antes se había planteado. Ya no llorabas y tenías esa expresión entre dura y accesible que asusta a los hombres, el mismo semblante que les hace dudar unos breves segundos entre la retirada cauta o la avanzadilla hacia territorios inciertos y no por ello faltos de atractivo. Hablabas con tus silencios de la misma forma que un mimo se comunica con los gestos de las manos y la cara; y tu expresión invitaba al espanto de lo cotidiano. Observo tu impenetrable fragilidad y noto al miedo tratando de instalarse en ciertos lugares de mi memoria a los que creía tenerles prohibida la entrada, y me siento a tu lado para nutrirme de tu belleza serena y esperar que se calmen estos impulsos de no decir nada. Pero no puedo evitarme, y hablo, largamente sobre mi idea del amor y tu ideal del desamor, de mi vida sin ti y la manera en que el negro intenso que acompaña a tus pupilas ha calado de esa manera en la fría laguna que era mi cuerpo antes de tu aparición, de la abrupta manera en la que entraste en mi vida y las inciertas y asombrosas consecuencias de todo ello.
No reconozco mi voz entre tanta palabra que divaga sobre esa sensación de estar a punto de perder el control de los sentimientos, que somos parte de un engranaje imperfecto que vuelve imperfectas nuestras existencias, pequeñas rocas uniformes cuyas aristas se van limando poco a poco a golpe de tiempo y desencuentro. Pero escuchaste atenta y sonreíste mi forma de expresarme, entre nerviosa y razonada.
Tal vez merezcamos este dolor por habernos atrevido a jugar temerariamente con el amor, o simplemente estamos tomando contacto con las partes mas insospechadas de nosotros mismos, y ambos nos rechazamos por ello con la misma intensa fuerza con la que nos necesitamos. Hay cierta tonalidad grisácea de infortunio en todo esto, y la dialéctica que entono intenta percutir en la razón cuando la única verdad se encuentra soterrada bajo capas de enigmática incertidumbre.
Te llevo de la mano tratando de acceder juntos por esa puerta que tus ojos me han abierto, probablemente hacia un rincón no habitado antes por nadie, y sobrevivir allí atrincherados en este apasionante sentimiento de perdición.