Nulla dies sine linea

20 noviembre 2007

Extraña pareja

A veces eres consciente de que lo más sensato es plegar e irse a dormir. Dar carpetazo a un parpadeo sobre fondo blanco y olvidarse de todos los rollos. La cama te espera. Mañana será otro día. Esta noche no escribirás más.
Pocos leen este espacio, tu has querido mantenerlo en el anonimato, tan solo es un viejo baúl donde ir posando, con desgana, podridos trozos de noches infumables y peste a tabaco. Y eso que no fumas, pero lo llevas impregnado en el pelo, como una señal delatora de los bares que recorres, del dinero y la salud que dejas para olvidarte quién te espera en casa; una silla y un ordenador, al que golpear tus mentiras, tus deseos relinchantes, el devenir de un futuro marcado por el ancla de un pasado, cicatrices de perdones y tatuajes fundidos a fuego en la piel del orgullo.
Has muerto cientos de veces, y siempre regresas despacito a tu lugar; eres un boxeador que patalea cuando un gancho lo lanza al suelo, no has aprendido que en ocasiones lo mejor es besar la fría lona, y quedarse ahí, sin intentar incorporarse para no recibir más que otro golpe.
Aún así te levantas y te enamoras. Y te desenamoras. Y ries. Y lloras. Y todavía esperas querer escribirlo. Pero escribir no es nada, y lo es todo. Dependes de ello, y lo odias. Extraña pareja, el uno y su ordenador; cúmulo de encuentros de hombre y máquina, medio y proceso en el cual a través de los dedos pasas media alma y la otra media la lees en la pantalla.
Cuéntale tu vida al aire, pero regresará en forma de letra de computadora. El papel mojado que decía Millás lo llevamos dentro, fuera no está nada de húmedo, está firme expuesto en la más solitaria de las páginas web. Y en mil borradores, y montón de cuadernos de niño resguardados en carpetas, y en los cuentos de tres hojas que hacías en primaria, en la frase que dejaste escrita a permanente en la camiseta de un amigo de campamento...toda la vida está plasmada, forjada a tinta que envejece como la sangre seca.
Pero nunca se saca al completo al exterior. Ni fue ni será. El lavado de estómago no es efectivo jamás. Si lo expulsaras todo tendrías que morir. Por eso terminas un día más, una noche a sumar al cuentagotas de tu existencia, inexpugnable, imparable.
Y el ordenador se apaga, y se queda en silencio; pero lo hace con recohineo, no de golpe, si no en un procedimiento, y al irse parece dejar en el aire el olor de una frase que te lanza con firmeza: Volverás.

16 noviembre 2007

Una y otra vez

Me gustaba esa maldita chica, no era una cosa despampanante como el putón al que había estado atado dos años, pero me agradaba la forma en que nos tratabamos. Entendía y respetaba todos mis gustos, incluso las debilidades alcohólicas, con la única condicción de que no apareciera chispado cuando quedara con ella. Siempre tan dulce, siempre tan moderada...un tiempo atrás eso llegaría a cansarme, a agobiarme la rutina, pero la forma de agarrar mi mano me hacía ver que ella sabía exactamente lo que yo era. No pertenezco a lo que se podría llamar un chaval corriente, más bien un lobo solitario con un montón de amigos, una persona sociable que podía perfectamente ir sola al cine, o pasarse días enteros encerrado en casa sin otra compañia que un libro; un carismático y conocido tipo al que nadie conocía, y tenía la certeza que ella estaba comenzando a hacerlo.
No eramos una pareja. Compartíamos la soledad. Nos Llenabamos mutuamente los huecos de una existencia que reclamaba un oído que escuchara cada voraz de nuestros sueños, y cada contradicción de ambas personalidades se resolvía con un argumento y una sonrisa.
Y ahora la acompañaría a su casa antes de meterme en la propia. Antes de dejarme amanecer por un tiroteo de Anthony Mann, sin besos cuando empieze el mismo. Pero pasó algo que me enseñó a respetar aún más a la chica que tenía a mi lado, y aprendí una lección importante sobre el trato a las personas que decimos querer.

Paseaba con la compañía de una ligera chaqueta desafiando el frío otoñal, mientras los árboles lloraban hojas vencidas y resginadas a una caída silenciosa tras perder el color y la vida.
Hoy nos retirabamos antes que nunca. Realmente cansados, no estaba para mucha fiesta. La nariz de ella se estaba tornando rosacea y le pasé la mano por la cintura atrayéndola hacia mí y transmitiéndole calor.
La madrugada se cortaba en tiras de baho, a la luz amarillenta de nítidas farolas, mudas como los cohes que ya no circulaban por su calle. Silencio en la ciudad, rasgado por las voces cercanas que surcaban el aire en reproches incandescentes. Una pareja se chillaba parada en mitad de la acera. El chico parecía realmente cabreado. Enfurecido más bien, montado en cólera con una inocente muchacha de frágil apariencia que cabizbaja aguantaba el chaparrón del energúmeno.
Nosotros contemplábamos desde el otro lado de la carretera. Luego con un gesto de absoluto desprecio se dió media vuelta y la dejó plantada en mitad de una nada amparada por la complicidad de las aceras y edificios que la cercaban.
No imaginaba que ese ajeno incidente iba derivar en una conversación trascendental entre ella y yo.
-Cómo permitirá que la trate así- el susurro afirmaba más que preguntaba.
-Pues porque lo querrá- apuntillé convencido.
Ella torció la cabeza y me miró directamente a los ojos. Su semblante se había puesto serio, adoraba eso, cuando su gesto indicaba que iba hablar de algo importante con franqueza.
-Eso es el argumento de siempre. Pero hay algo que está por encima. El amor es fugaz, pero el orgullo es de uno, y por mucho que lo quiera, no debería consentir que ningún asqueroso le haga tal cosa.
Quedé unos segundos callado entre la verdad de sus palabras y la admiración que sentía hacia la persona que las había pronunciado. Pese a todo, yo opinaba ligeramente distinto:
-Pero puede que solo sea esta vez. Seguro que hay un montón de buenos momentos que compensan todo eso, no siempre será así, ¡¡digo yo!! el orgullo, el honor...cuantas vidas ha destrozado, cuantas fracturas por no saber pedir perdón o recibirlo, a veces hay que tragar con cosas y tirar palante por las personas que te importan.
-Si lo hace una vez, volverá a hacerlo. Tolerar la primera asegura que vendrán las demás. Debería imponerse, también tenemos dignidad. Si la humilla y le deja que lo haga, más se humilla a ella personalmente, ¿y que hay más importante que uno propio? Puede que le quiera, pero antes debería aprender a quererse a ella misma.
Intenté salir al paso con un comentario moderador:
-Seguro que si vuelve a pasar algo parecido no se lo consentirá.- me apresuré a decir incautamente.
Ella alzó las cejas y se inclinó levemente. No parecía muy convencida.
-¿Tu crees?- negó con la cabeza- las mujeres a veces somos tontas.

01 noviembre 2007

La reina




Los pequeños detalles hacen grande la vida. Un animal pasaría al lado de un campo de amapolas en primavera y ni se pararía a observar. Las mejores cosas están encima de nuestras cabezas, todo un universo por descubrir e interpretar a nuestro antojo, dejando volar la imaginación hacia la filosofía o bien hacia mundos imaginarios y galaxias sin respuesta.
Una noche, en su infancia, su padre, marino de profesión ya retirado, le llamó a la terraza de su casa de la sierra, después le indicó que se sentara junto al gran árbol que su abuelo plantó en mitad de la finca muchas décadas atrás, y le enseñó los nombres de las constelaciones. "Las estrellas te guían"- le dijo-"en mitad del mar son tus mensajeras del camino, ellas hablan, tu solo escuchalas." Y aprendió a reconocer el carro, con su Osa mayor, a Orión, Centauro... y se lamentaba por no poder ver la mejor de todas: "Navegando hacia sudamérica, la cruz del sur aparece siempre enl horizonte, clavada en el cielo, es una visión espectacular, impresonate y hermosa".
"Pero por encima de las estrellas, la reina es la luna. En medio del pacífico, noche cerrada, sin más luces en millas a la redonda, preside el cielo con una belleza y un resplandor sobrecogedores. Muchas veces, muy lejos de casa, miraba su cuarto creciente y pensaba en tu madre, y tan solo el barco abriendose paso por la inmensidad de las aguas me acompañaba en proa, una vez acabado mi turno en el puente o justo antes de entrar."
Cuando el progenitor iba a la casa, él se quedaba un cacho inmerso en sus pensamientos, sintiendo la noche por su piel y el cuello ergido hacia el firmamento, pasenado por la hierba recién cortada.
Hoy su padre está muerto y sus cenizas sumergidas en el cantábrico. En el crucero donde pasa la luna de miel están de fiesta. La reina del cielo está más llena que nunca. Sentado en un rincón alejado del barullo la admira y piensa en sus palabras.
Su mujer se acerca despacio por detrás y le acaricia suavemente el brazo.

22 octubre 2007

Momentos



Recostados sobre la almohada y fumando un pitillo él le hablaba sobre sus pensamientos, los libros que leía y la película que le había llegado al alma. De planes años vista. De todos los sitios que visitarían y los atardeceres que devorarían sobre los más varidos parajes. Muchas veces bromeaban y se picaban en alguna pequeña discusión que les mantenía entretenidos horas y horas, y el alba ya comenzaba a hacer su aparición tímidamente por la ventana cuando con un beso amistoso ella se levantaba y preparaba el desayuno, dejando atrás la más emocionante de las noches de conversación y amor, sintiéndose dos vagabundos de un universo que casi podían sentir bajo el manto de estrellas que agonizaban levemente envueltas por las luces de la ciudad, y luchaban por brillar tenuemente.
El estomago vacío y el pecho ardiendo por la sensación de plenitud, la miraba tiernamente a sus grandes ojos de gacela y le susurraba a la oreja que nada les iba a separar.
Que lejos quedan hoy esas noches, las mañanas soñando volver a su apartamento; hoy que sus caminos se separaron y el rencor permitió ahogar la llama, sin opción a volver a una etapa preciosa, así era la cara que le observaba con admiración cuando dejaba a su boca ser la intérprete de su alma, abierta de par en par sin guardar nada, confesándose a la mujer de sus sueños lo que había comentado por encima alguna vez con esos que solo charlan; ahora los recuerdos son el poso amargo de una época pasada y un futuro en soledad, al igual que las noches largas y afiladas como la hoja de una navaja, que rajan en su vientre amaneceres meláncolicos entre ginebra y orfidal.
Quién les iba a decir que su pasión no daría ni para una postal en Navidad, cuando en cada aniversario y cumpleaños un silencio revelador les hace partícipes a ambos, en la memoria de cada uno pero las bocas selladas, ni una llamada, ni una visita, nada más que una caja de fotos enterrada en el fondo de un armario y en el corazón de los dos.



"La vida se hace siempre de momentos, de cosas que no sueles valorar, y luego cuando pierdes, cuando al fin te has dado cuenta, el tiempo no te deja regresar".

Texto inspirado en la canción "Momentos", de Julio Iglesias.

13 octubre 2007

En naranja



No me dejes solo, le suplicó en aquella callejuela sin luces entre hedor a pescao. No quería tener que regresar en soledad a ese tugurio lleno de ideas contradictorias que era su cabeza, y tener que lidiar con los fantasmas de siempre.
-Yo te he dado mi vida- le reprochó ella- y tu me has dado 3 folios escritos malamente con tu estilo de siempre y todo ese rollo de palabras rimbombantes, que ya no cuela, que eres un capullo. Esa fue la frase terminal con la que puso punto y final. Pero para él no exitían tales, si acaso los puntos y aparte. Ella era consciente de que iba volver a las andadas, no hoy ni mañana, pero sabía que él volvería con su mueca burlona y su cara de golfo, que haría una jugada maestra de las suyas, porque acababa de menospreciar sus escritos pero en el fondo le encantaba. Y sabía como nadie atacar sus puntos más vulenrables. Entrar en su alma por la zona más débil. Tocada y hundida.
Es el juego del gato y el ratón. Los siguientes días se dedicaría a ignorarla, a hacerse el indiferente y el inquebrantable. Procuraba pasar la mayor parte del día ocupado en sus tareas de contabilidad y leyendo alguna novela para no pensar en sus ojos negros. Evitaba masificadas emisoras que taladraran con empalagosas y cansinas canciones de amor, que aunque detestables, seguro contendrían alguna frase que le recordaría a ella. El primer fin de semana fue directamente al suelo. No llegó ni al segundo bar. Un taxi lo bajó a casa y a duras penas entró por la puerta y se introdujo en la cama vestido. Dicen que el estado emocional influye a la hora de pillar las cogorzas. Puede que sea cierto.
La noticia de que tenía novio no le afecto apenas por el echo de que era bastante orgulloso y seguro de sí mismo y consciente en su prepotencia de que no era mejor que él. Tuvo su época en que derrumbaba mujeres solo con la mirada, ese carisma especial que lo hacía totalmente irresistible, su manera de escribir y de amar...no, no era posible que aquel tipo superase eso. Nadie elije de quién se enamora per aún así estaba tranquilo, viendo la nueva relación de su chica desde una posición de superioridad que le encantaba. Era como un coleccionista observando su maqueta, su casita de juguete con sus diminutos habitantes en el interior, y miraba con cierto aire de recochineo. Y era una vista plácida. Solo era cuestión de tiempo, de esperar y ver como se desarrollaban los acontecimientos, ella acumulaba demasiados hombres en su vida para lo breve de la misma y con este no iba ser diferente.
Pese a todo, había recorrido tantas noches su moreno cuerpo que al llegar el crepúsculo la oscuridad le lanzaba de nuevo a pernoctar sentado frente al ordenador, visionando películas antiguas y bebiendo bourbon hasta caer redondo sobre la silla. Pero había algo de placer en eso. Le gustaba ese período, ver cine y beber, sin más contacto con el mundo real. Cuando tuviera la suficiente fuerza saldría al exterior y la recuperaría.
Aquella tarde-noche Dark as the dungeon de Johnny Cash sonaba en la minicadena. En el ordenador algún operador le conectaba con el servicio de mensajería instantánea. Y el nik de ella saltaba de la pantalla como una provocación a prueba de fuego y hielo: Sola en casa.
Con sangre fría abrió su ventana y tecleó: Voy a ir.
Salió pitando a la cocina pues había olvidado la lasaña en el horno. Estaba practicamente chamuscada. Cuando volvía precibió una luz naranja parpadenado en la pantalla del PC en señal de mensaje. Agarró el ratón y observó lo puesto: Lo sé.



Corrientes 3 4 8, segundo piso, ascensor,No hay porteros ni vecinos, adentro cocktel de amor. Pisito que puso Maple, piano, estera y velador. Un telefón que contesta, una fonora que llora, viejos tangos de mi flor y un gato de porcelana para que no maulle el amor.- Carlos Gardel

Encuentro



La ví en cuanto atravesé la entrada y mucho antes de que me inundara un olor a madera. Tenía los pies pequeños y la mirada ausente, la sonrisa tenebrosa que acompañaba a una caricia o un beso. Más de lo que imaginaba encontrar en aquella villa donde aparecí al atardecer mientras llovía sobre mojado en las laderas del valle. Una taberna de pueblo con cerveza barata al igual que la compañia, y ella, sentada en la mesa más al fodo, desentonaba en aquél lugubre ambiente de semiluz y un viejo ventilador que aspeaba malamente a regañadientes. La dueña, una señora con apariencia de anciana por lo descuidado de sus formas, vestía un delantal que tenía toda la pinta de llevar muchos años sobre ese cuerpo bajo y orondo. Tenía la vista puesta en una sopa de letras que aparentaba la mar de interesante. Un televisor con un color muy deficiente escupía teletienda en una imagen tan pobre como su contenido. Hacía calor allí dentro y el bochorno hacía mella en una barra resbaladiza y sucia. Demonios, a aquél perro se le notaban las costillas, creo que si le tiraba mi zapato se lo comería. Y me estaba poniendo nervioso, no paraba quieto, parecía alterado, andaba de un lado para otro con el rabo alzado. Afuera no cesaba la lluvía. Se oía por encima de los carraspeos de los ancianos cabizbajos que murmuraban sabe que maldiciones para sus adentros, regados de vino y tabaco. Yo había viajado por mi profesión por muchos lugares; ciudades y villas, y acostumbraba a dedicar noches enteras a mis queridos pensamientos en tabernas y bares que tuvieran tirador de cerveza y cuyos empleados no hicieran preguntas. Y Llevaba años buscando una cara como esa. Reflejaba una tranquilidad y una inteligencia extrañas. Tenía paz de luna en la mirada, pero en ningún momento me miró directamente; su semblante, siendo serio, resultaba extrañamente dulce. Las pupilas parecían no existir en aquél angelical rostro y los labios eran un aro de color rosado aparentemente sin exceso de maquillaje. Enseguida me arrepentí de no haberme afeitado en los 3 últimos días.
Tardé más de media jarra en darme cuenta que la chica del fondo escribía sobre una libreta, una pequeña de hojas cuadriculadas como las de primaria. ¿Una escritora? ¿Una solitaria? La melena muy negra suelta que se deslizaba sobre los hombros y un cuerpo delgado pero armonioso.
-¿Es del pueblo?-pregunté a la señora-anciana de detrás de la barra, mientras hacía un gesto con la cabeza hacia el final del bar.
-¿Quién?- dijo la camarera mirandome de arriba abajo como un bicho raro.
-La chica esa que está sentada al fondo- la tipa me contempló con los ojos muy abiertos y luego frunció el ceño en señal de desaprobación.
-Chico, allí no hay nadie.

30 septiembre 2007

La confianza

Tenía una mañana desastrosa. Primero se había pasado con la leche en el microondas y se quemó en el primer sorbo lanzando una serie de maldiciones al aire. Después a la salida del ascensor y bajando por las escaleras resbaló y se metió un trastazo con toda la cadera contra un escalón que le hizo gemir de dolor por unos instantes. Y lo hizo delante de esa vecina del tercero que viste con las faldas tan cortas y mirada penetrante. Por si no había sido ya poco el día de la despedida de soltero de Marcos que se la encontró en el portal de la que salía a trabajar y él aparecía con la corbata en la cabeza, agarrado a un amigo invisible y los pantalones por las rodillas.
Cojió el autobús de la línea uno y cuando el trasto dió una curva violentamente y se tuvo que agarrar con rapidez al pasamanos para no estamparse vibró el móvil con la llegada de un mensaje, como una premonición. Era Alicia y quería verle. El texto pertenecía a esa clase de mensajes que no terminán con un "besos" ni son introducidos con una palabra cariñosa, ya me entienden, esa clase de sms de los cojones que te crea una sensación de ansiedad al leer sus palabras que parecen estar metiendote prisa. "Quiero quedar y no hay más, ahora tu buscate la vida", parecen decir. 10 minutos después estaba entrando en la cafetería acordada y pedía un pincho y una cerveza. Sabía que ese detalle de la cerveza a tan temprana hora a ella le pondría de los nervios pero no diría nada, y esa idea le hizo esbozar una sonrisa. Por el periódico descubrió que el hombre más poderoso del mundo afirmaba llorar sobre el hombro de Dios. Siempre había pensado que en los momentos difíciles se puede llorar contra la almohada, a cabezazos en la pared o en el regazo de algún amigo, pero no se había planteado la posibilidad de hacerlo abrazado nada menos que al altísismo. Que suerte tiene el señor Bush. Ironizaba sobre este tema cuando ella apareció por allí con unos morros que podría haberselos divisado desde un parapente. Iván adopto una mueca de resignación, normalmente cuando una mujer dice: "tenemos que hablar", se está refiriendo a que quiere quejarse de algo.
-¿Quién es Julia?-la primera en la frente.
-¿Julia?- que manía en convertir en interrogante una premisa de sobra escuchada-pues la nueva administradora, ¿por qué?
- El sabado te llamó cuando estabamos en el bar y ayer tenías en el contestador dos llamadas suyas.
- Jajajaja-se echó a reir- ¿y era por eso por lo que quedamos ahora?- Por favor..es mi jefa, lo lógico es que me llamé para algún asunto que surja, el sabado era para informarme de una nueva venta importante. Venga.., ¿cómo puedes ser así?
-Sería la primera vez que engañas a una con la que estás..
- Mira nena, yo te quiero y lo sabes, no estaría contigo si no fuera así, y ahora es diferente, no viene a cuento que me saques esos temas ya pasados.
-Ya, perdona, pero es que me pongo tensa con esos asuntos.
-No te preocupes, termino el pincho y me acompañas hasta el trabajo.
En la puerta otro te quiero y un beso en los labios sellaron una marcha confiada calle arriba. Iván entró en la oficina con unos aires de superioridas que atufaban.
-¿Qué era ella?- Julia atravesó el umbral de la puerta.
Su mirada fija hizo las veces de respuesta.
-Pero tranquila, no sabe nada, es tonta perdida.

14 septiembre 2007

Delante de mis narices

Estaba en la terraza mirando la silueta del cabo peñas en el horizonte. Rememoraba entonces las historias que contaba mi abuelo sobre la gente que arrojaban desde los terribles acantilados a la mar en la época de la guerra civil. Los día de hambre y necesidad, o las palizas en el cuartelillo eran temas recurrentes en las noches sentados a la mesa de los veranos de mi infancia. Él no era capaz de recordar el número de la consulta a la que tenía que acudir al día siguiente para una revisión de las recién operadas caderas, pero se acordaba a la perfección del nombre y apellidos de aquél vecino suyo al que le saltaron los dientes la guardia civil por una falsa acusación de un lugareño resentido. Paradójas de la tercera edad supongo. Así es mi abuelo. El mismo que repite una y otra vez que no tuvo una educación como dios manda porque tenía que ir a la hierba o cuidar de las vacas de la familia y no tenía tiempo para más. El mismo que años después se jugaría a diario el pellejo en los altos hornos de Ensidesa para ganarse un sueldo con el que constuir un futuro. Su abuelo era un tipo duro, sin duda, más duro que el propio John Wayne. La rumorología familiar dice que en sus buenos años mató a un caballo de un puñetazo. Ya se sabe la forma de exagerar que es habitual en los pueblos...enrealidad era un yegua y solo la dejó un poco atontada. No quería que sus nietos, esos "señoritos de la capital" como yo sé que nos consideraba, crecieran ajenos a la realidad o fueran unos débiles. Por eso cuando tenía 9 años me llamó y me llevó al cobertizo donde me entregó un hacha que pesaba más que yo, y sujetando una gallina que nos iba servir de cena, ordenó: "Córtale la cabeza". En un primer instante titubeé un poco, aquello no era las babosas a las que prendiamos fuegos o los saltamontes que arrrojabamos a las hormigas rojas los veraneantes madrileños y yo, eso era otra cosa, había estado dandole restos de lechugas a aquel bicho durante todo el verano. "Si no puedes ni matar una pita, como vas a ser un hombre de provecho el día de mañana". Asique de un tajazo mandé al infierno a aquella maldita gallina. Más adelante me enseñaría a disparar con la escopeta a los gorriones que se comían los higos. A mí me daban mucha pena esos pajarillos, pero mi creciente habilidad con el gatillo hacía más emocionante cada cacería. "Disparas bien, pero nunca lo utilices contra nadie" -me dijo. Aquel arma no estaba reglamentada, por lo que con apenas 11 años ya había escapado alguna vez de la guardia civil finca abajo y escopeta en mano. Los cadáveres de los gorriones erán colgados de una rama de la higuera como advertencia a los demás. Nunca llegé a comprobar del todo la influencia de ese ahorcado familiar en la moral de los pájaros, pero supongo que no volvían ya que cada septiembre degustabamos unos deliciosos higos.
Pero la historia que hoy me venía a la cabeza era el recorrido en bici que mi abuelo hacía desde Santa María del Mar, en el concejo de Castrillón, hasta un pueblo llamado El ferrero, en Gozón, pegadito al cabo Peñas, para ver a una chavala de allí, la que hoy es su mujer y la madre de mi madre. Dios sabe las condiciones de las carreteras (más bien caleyas) de la época, o el estado de la propia bicicleta. Me cuesta imaginar las peripecias para llegar a su destino si yo sufro a día de hoy para ir de Piedras Blancas al aeropuerto.
Hoy mis abuelos hacen 50 años de matrimonio, y en sus arrugas contemplo el paso de toda una vida en común. No lo veía y lo tenía delante de mi narices; siempre despotricando contra él y no me había dado cuenta que en mi familia triunfó el amor.

La novia

No era una relación pasional ni decoraba sus rutinas con sugerentes cenas y sorpresas entre plato y plato. Tampoco la llamaba sinmás a mitad de mañana desde el trabajo para decirle palabras dulces, ni hacían escapadas románticas de fin de semana a paraísos rurales con hoguera de leña. Pero le daba una estabilidad emocional y mental de la que antes carecía. Había puesto calma a su vida después de varios breves y polémicos idilios que dejaron su alma en cuidados intensivos. Ahora disfrutaba de una apacible normalidad que una chica poco celosa y reservada le daba. Por fin se sentía algo importante. Tenía un empleo estable y un BMW casi terminado de pagar en propiedad. El broche que le faltaba era este estable noviazgo que completaba su agenda de cara a una existencia ordenada. Perfecta para presentar en sociedad, saciaba todas sus necesidades básicas y sus malos ratos de aburrimiento. Por eso enmudeció el corazón de ella cuando su inevitable pregunta le pilló en un día de esos que te levantas demasiado sincero. "¿Me quieres?". "No, ni falta que hace."

09 septiembre 2007

Protagonista

Publicado pese a que Alba no dió el visto bueno:

-Eres un escritor impresionante, el problema es que te involucras demasiado en tus historias- le dijo ella en aquel paseo vespertino.
-¿A que te refieres?
-Todos tus relatos están marcados por un profundo sentimiento de pérdida, en todos el protagonista es un desgraciado en el amor, siempre terminán esperando no volver a perderlas o arrepintiéndose de ello. Por no habar del enorme tufo a alcohol que envuelve todos y cada uno de ellos. Situas la acción en tascas y barras, con el omnipresente alcoholismo de trasfondo, pero ante todo, son personas profundamente románticas, un románticismo marcado por la moralidad de la sociedad que les corrompe, son tipos para los que no hay nada más erótico que una buena copa y una camarera atractiva, pero lamentan amargamente el final de un pasado mejor.
Se quedó en silencio recapacitando sobre eso último, y ella siguió.
-Quiero decir, que, ¿no tendrán esos textos algo de tí? pienso que les das ese toque personal para sentirte bien a la hora de escribir.- además los protagonistas, sean en primera o tercera persona, simpre son hombres.
-Verás, eso tiene una explicación- dijo mientras escrutaba el cielo en busca de unas nubes que tapaban la ciudad- meterse en el universo del pensamiento femenino son palabras mayores, no soy Tino Pertierra.
-¿Tan complicadas nos consideras?- preguntó con una expresión entre risa y expectación.
- Los participantes de mis relatos están hundidos en barras y bebida precisamente por esa complejidad. Y con respecto a lo que dices del sentimiento de pérdida..si intentas ignorar el pasado, este te matará, si escribes sobre él, aprenderéis a convivir juntos.
Eso pareció convencerla.
Pasados diez minutos, lanzó un misil que le sorprendió con la guardia baja.
-Pero tus relatos acabarán destruyendote. Terminarás como ellos, alcohólico perdido.
Eso si que era un cumplido que no esperaba. Arqueó las cejas y la miró de frente.
Cambió la situación por completo cuando le acarició el pelo y le soltó:
-Entonces dejame convertirte en personaje de un relato.
Ella asintió y sin duda lo fué cuando cruzaron juntos el umbral del portal.

Frustracion

"Estás demasiado absorto en tu trabajo, dedica mas tiempo a los tuyos"- las palabras de su mujer, dichas un año antes, repiqueteaban en su cabeza, como una condena inaludible.
Para él ya no existían noches de amnesia, revolcones de portales ni adolescentes que le dijeran que era su escritor favorito al que leían todas las noches. Ya había abandonado su columna en el periódico y su juventud se esfumó con el paso de unos años estériles entre un matrimonio obtuso y unas botellas renegadas.
Ya no había risas al amanecer ni hacia el amor con su esposa en una noche de cine y promesas. Siempre ella acostumbraba a echarle en cara que su cabeza estaba demasiado llena de pájaros y sus manos bastante vacías de caricias.
Ahora que se fué con algún abogado famoso, de poco servía lamentarse, ya que dedicó su exitencia a escribir las miserias de los otros, a indagar sobe hisorias ficticias, ahora vivía su porpia novela, en brazos de una casa que ya no reconocía y sufiriendo la frustración de haber perdido a lo que más quería. En sus tiempos de fama se le acusó de escribir siempre bebido, "¿es eso cierto?" le preguntaba ella entre legañas. Cómo podía averiguarlo si jamás tecleó una sola línea en su presencia. Se lo negó una y mil veces, pero ahora que estaba solo, esa era la única manera de redactar.
Tampoco se obsesionaba pensando en la vida de ella en pareja, se limitaba a hincar el codo e inventar argumetos imaginativos, así olvidaba que la mayor ficción era su propia vida,ahogada en una triste realidad.

07 septiembre 2007

De madrugadas y otros avatares

Dame una conversación fácilmente olvidable y una noche inolvidable y prometo serte fiel a pie de barra. Eso quería decirle con la mirada a la camarera que se paseaba a un lado y otro limpiando y recogiendo vasos. Era el más joven de los últimos clientes del maldito último bar de la jodida ciudad. Probablemente ella sea una estudiante ejemplar que trabaja en el negocio de su padre para sacarse unos ahorros con los que irse de vacaciones con el novio de turno, pero yo intentaba poner cara de interesante apoyado con el four roses a medio llorar en una mano y la colilla de un pitillo famélico en la otra, seguramente tenía un aspecto lamentable, con la cara enrojecida por el calor y el alcohol. Así todo, fantaseaba con que me dejara ser el último antes de cerrar el bar para los dos y acabar en algún hostal cercano. Muchas mujeres veían en él un tipo solitario e interesante con el que compartir una misteriosa cama y seguir con sus vidas a la mañana siguiente.
Pero el encapricho con la camarera era una estupidez ya que las condicones eran deplorables. Demasiado guapa para hacerme caso, lo que rondaba por mi cabeza eran chismes inútiles...pero es que le recordaba tanto a Susana...aquel ligue de caladas de entreclases de segundo de BUP,el mismo pelo rojizo y la misma expresión en los labios a la hora de llevarse a ellos un cigarrillo.
Sus idas y venidas indiferentes por dentro de la barra erán como insultos hacia mí. El tiempo se cargaba y la chica miraba el reloj con paciencia para llegar el momento de cerrar. Las veces que más cerca estaba era cuando me estaba cargando la copa, asi que este gesto se repitó con mayor frecuencia; simpre mirandola fijamente mientras ella lo hacia a la botella, o al requebrar de los hielos al contacto con el cálido liquido. La noche comenzaba a distorsionar la realidad y la cartera empezó a perder fondo.Sabía que si salía al cajero más cercano a la vuelta me encontraría con una verja cerrada y la luz de una farola iluminando mis pies. Entonces acabaría en cualquier bar de putas pagando una barbaridad por una cerveza, y no es que fuera un cliente habitual de prostitutas, pero a esas horas serían los únicos locales que permanecerían abiertos; y acostumbraba a estirar la noche todo lo posible. Aguanté hasta ser el penúltimo cliente y consciente de que mis cartuchos finales se rajaron en el momento mismo de darme cuenta que no era capaz de llevar una conversación sin trabarme ni titubear, me lanzé a los simple:
-Perdona, ¿puedo preguntar tu nombre?- murmuré despacio para disimular los estragos de los excesos.
-Susana.-dijo, y prendío otro Marlboro.

01 septiembre 2007

La huida

-Ten cuidado que están bajando películas del ordenador.
Su padre no era un virtuoso de la informática precisamente y es de esas personas que sólo tocando un botón equivocado pueden desatar el caos, por lo que no estaba dispuesto a perder archivos importantes.
-¿Qué películas? -dijo mirando la pantalla como si de un sestante del siglo XIX se tratara.
-La huída -la había visto varias veces pero tenía ahora una carpeta en el PC con la filmografía de Sam y esta era la única que le faltaba
-¡Hombre!, esa es la primera película que vi en el cine con tu madre- nunca había supuesto que su padre pudiera recordar cual fue el estreno de esa primera vez.-Cuando éramos novio, en el cine Almirante de Avilés- Matizó
-¿Y le gustó?
-Bueno supongo, me casé con ella.


Cuando ella le llamó y aceptó ir a su casa, con "buenas intenciones", el pensó en poner una película para rompera el hielo, pero sería en la habitación.
-Veamos "La huída"- dijo, y corrió las cortinas como si del propio Almirante se tratara.
Cuando en la segunda mmuerte a bocajarro ella torció el gesto, se le hizo un nudo en la garganta. Pasó el resto de la exihibición son rozarla siquiera.
Alejándose Mcqueen y Ali Mcgraw en la furgoneta y terminada la película; ella puso una excusa que hacía aguas por todas partes y se marchó deprisa. No intentó ni de lejos besarla.
Él espero dos semanas pero ella no volvió a llamar.

30 agosto 2007

Envite final

Es más saludable saborear el desamor en una barra de tugurio que atormentado bajo el insomnio unas sábanas. Su presencia me duele, pero intento no dar síntomas de debilidad, y mucho menos descuidar los flancos. Se ha presentado por casualidad y tengo que enfrentarme a mis viejos fantasmas.
Es de esos momentos que se te pasan por la cabeza un montón de cosas que decir pero cuando ella se acerca sólo puedes poner esa sonrisilla de idiota y dar los dos besos más hipócritas de tu vida.
-¿Solo en un bar?- es su saludo de bienvenida.
-Bien, ¿y tu?
-Que haces por aquí hombre.
-Estoy esperando a una amiga.
-¿Sales con alguien? mealegro por tí.
-No, no salgo con nadie, dije una amiga.
El diálogo sigue por unos derroteros intrascendentes - como la mayoría de las conversaciones de barra, aunque nos creamos que estamos deliberando los temas más importantes del mundo- hasta que intenta atacar por una avenida cerrada.
-¿Ya no escribes?
-Si escribo, pero no para tí -Esbozo una mueca de orgullo y miro con preocupación la peligrosa recta final que ha alcanzado mi vaso.
-Sigues siendo un borrachín.
Carraspeo y apuro de un trago mi Jim Bean.
-Mis vicios terminan dónde empiezan los tuyos.
-Eres un capullo.
- A quién intentas convencer.
-He estado con tíos que me entendían mejor que tu.
-Tampoco es muy difícil, yo no te entendía una puta mierda -Su comentario pretendía ser hiriente y yo respondí con ironía.
Dos copas y media hora después su escote se mezcla con el ambiente y las gotas de sudor que recorren la parte alta de sus senos se asemejan a las de mi vaso.
Es en ese momento donde el deseo recorre todas las partes de mi cuerpo, ese deseo incontrolable que solo quiere poseerla una vez más, un fugaz reencuentro de dos examantes y dos exvidas compartidas, y es ese pensaminto entre el morbo y el placer lo que desencadena una espiral imparable. Sólo será esta noche, me digo, y la olvidaré para siempre.