Nulla dies sine linea

30 septiembre 2007

La confianza

Tenía una mañana desastrosa. Primero se había pasado con la leche en el microondas y se quemó en el primer sorbo lanzando una serie de maldiciones al aire. Después a la salida del ascensor y bajando por las escaleras resbaló y se metió un trastazo con toda la cadera contra un escalón que le hizo gemir de dolor por unos instantes. Y lo hizo delante de esa vecina del tercero que viste con las faldas tan cortas y mirada penetrante. Por si no había sido ya poco el día de la despedida de soltero de Marcos que se la encontró en el portal de la que salía a trabajar y él aparecía con la corbata en la cabeza, agarrado a un amigo invisible y los pantalones por las rodillas.
Cojió el autobús de la línea uno y cuando el trasto dió una curva violentamente y se tuvo que agarrar con rapidez al pasamanos para no estamparse vibró el móvil con la llegada de un mensaje, como una premonición. Era Alicia y quería verle. El texto pertenecía a esa clase de mensajes que no terminán con un "besos" ni son introducidos con una palabra cariñosa, ya me entienden, esa clase de sms de los cojones que te crea una sensación de ansiedad al leer sus palabras que parecen estar metiendote prisa. "Quiero quedar y no hay más, ahora tu buscate la vida", parecen decir. 10 minutos después estaba entrando en la cafetería acordada y pedía un pincho y una cerveza. Sabía que ese detalle de la cerveza a tan temprana hora a ella le pondría de los nervios pero no diría nada, y esa idea le hizo esbozar una sonrisa. Por el periódico descubrió que el hombre más poderoso del mundo afirmaba llorar sobre el hombro de Dios. Siempre había pensado que en los momentos difíciles se puede llorar contra la almohada, a cabezazos en la pared o en el regazo de algún amigo, pero no se había planteado la posibilidad de hacerlo abrazado nada menos que al altísismo. Que suerte tiene el señor Bush. Ironizaba sobre este tema cuando ella apareció por allí con unos morros que podría haberselos divisado desde un parapente. Iván adopto una mueca de resignación, normalmente cuando una mujer dice: "tenemos que hablar", se está refiriendo a que quiere quejarse de algo.
-¿Quién es Julia?-la primera en la frente.
-¿Julia?- que manía en convertir en interrogante una premisa de sobra escuchada-pues la nueva administradora, ¿por qué?
- El sabado te llamó cuando estabamos en el bar y ayer tenías en el contestador dos llamadas suyas.
- Jajajaja-se echó a reir- ¿y era por eso por lo que quedamos ahora?- Por favor..es mi jefa, lo lógico es que me llamé para algún asunto que surja, el sabado era para informarme de una nueva venta importante. Venga.., ¿cómo puedes ser así?
-Sería la primera vez que engañas a una con la que estás..
- Mira nena, yo te quiero y lo sabes, no estaría contigo si no fuera así, y ahora es diferente, no viene a cuento que me saques esos temas ya pasados.
-Ya, perdona, pero es que me pongo tensa con esos asuntos.
-No te preocupes, termino el pincho y me acompañas hasta el trabajo.
En la puerta otro te quiero y un beso en los labios sellaron una marcha confiada calle arriba. Iván entró en la oficina con unos aires de superioridas que atufaban.
-¿Qué era ella?- Julia atravesó el umbral de la puerta.
Su mirada fija hizo las veces de respuesta.
-Pero tranquila, no sabe nada, es tonta perdida.

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