Nulla dies sine linea

19 enero 2009

Perdición

Te miré y encontré la puerta de tus ojos abierta, inquieta, profunda como nunca antes se había planteado. Ya no llorabas y tenías esa expresión entre dura y accesible que asusta a los hombres, el mismo semblante que les hace dudar unos breves segundos entre la retirada cauta o la avanzadilla hacia territorios inciertos y no por ello faltos de atractivo. Hablabas con tus silencios de la misma forma que un mimo se comunica con los gestos de las manos y la cara; y tu expresión invitaba al espanto de lo cotidiano. Observo tu impenetrable fragilidad y noto al miedo tratando de instalarse en ciertos lugares de mi memoria a los que creía tenerles prohibida la entrada, y me siento a tu lado para nutrirme de tu belleza serena y esperar que se calmen estos impulsos de no decir nada. Pero no puedo evitarme, y hablo, largamente sobre mi idea del amor y tu ideal del desamor, de mi vida sin ti y la manera en que el negro intenso que acompaña a tus pupilas ha calado de esa manera en la fría laguna que era mi cuerpo antes de tu aparición, de la abrupta manera en la que entraste en mi vida y las inciertas y asombrosas consecuencias de todo ello.
No reconozco mi voz entre tanta palabra que divaga sobre esa sensación de estar a punto de perder el control de los sentimientos, que somos parte de un engranaje imperfecto que vuelve imperfectas nuestras existencias, pequeñas rocas uniformes cuyas aristas se van limando poco a poco a golpe de tiempo y desencuentro. Pero escuchaste atenta y sonreíste mi forma de expresarme, entre nerviosa y razonada.
Tal vez merezcamos este dolor por habernos atrevido a jugar temerariamente con el amor, o simplemente estamos tomando contacto con las partes mas insospechadas de nosotros mismos, y ambos nos rechazamos por ello con la misma intensa fuerza con la que nos necesitamos. Hay cierta tonalidad grisácea de infortunio en todo esto, y la dialéctica que entono intenta percutir en la razón cuando la única verdad se encuentra soterrada bajo capas de enigmática incertidumbre.
Te llevo de la mano tratando de acceder juntos por esa puerta que tus ojos me han abierto, probablemente hacia un rincón no habitado antes por nadie, y sobrevivir allí atrincherados en este apasionante sentimiento de perdición.

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