Nulla dies sine linea

11 octubre 2009

Actos

Sergio pensaba mucho en el comentario que le dijo un día su madre: Yo te he traído al mundo, pero tú vas a tener que vivir en él.
O también la afirmación de Fitzgerald de que en la vida de los americanos no había segundos actos. Aplicable al resto de humanos. La cuestión es que no suele existir opción para el perdedor.
Las dos le traían la certeza de que en la vida muchas veces únicamente se tenía una sola oportunidad, y el resultado y rumbo de nuestras existencias viene determinado básicamente por las que tomemos. No hay secuelas, ni posibilidad de, si erraste, deshacer lo hilvanado. Por eso hay que tener valor, buscar lo que se quiere y quererlo sin peros.
Con la edad te vuelves más conservador y buscas la comodidad sin implicarse demasiado. Pero quiere habitar el mundo y no limitarse a respirar, por eso salta de puentes, en paracaídas, hace deportes y excursiones que lo revitalicen, vive con pasión. Cuando se enamoró de verdad viajó hasta casi el otro extremo del mundo en buscar de esa mujer, con seguridad, sin reservas, sin titubeos.
Admira a las personas que pelean, que se niegan a conformarse con lo que siempre tuvieron casi por derecho, que se rebelan contra aquello que se les es negado. No entiende a quien no es capaz de olvidar, ni de perdonar. Y no puede soportar la tristeza que le suponen las personas atadas de por vida a un pasado, lastradas por lo que consideran un destino inevitable. Salir a la obra como derrotada de antemano dice muy poco de los actores que la interpretan. Algunas personas nunca firman la obra maestra de su vida sólo por el miedo a sentarse a escribirla, por el temor a la hoja en blanco, por descubrir lo que siempre habito dentro de ellos. Otras nunca se decidieron a amar de verdad porque eso implicaba un compromiso consigo mismas que no estaban dispuestos a pagar, navegando en aguas más fértiles, y a la larga, en definitiva, desperdiciando una de las partes más intensas de la vida.
Tantear constantemente el terreno es no atrever a pisarlo, y a veces hay que dar unos pasos hacia adelante, aunque te espere una caída al abismo. Al menos tendrás la certeza del fracaso, y no la duda absoluta de quien siempre se quedo parado, esperando, como si hubiera un segundo acto para redimirse.

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