Nulla dies sine linea

02 septiembre 2009

Sirena

Todas las noches miro la foto que tengo de mamá en la mesita de noche. Qué guapa era. Mi padre decía que se parecía a Julie Christie en sus buenos tiempos, la actriz de la que él estaba enamorado en su juventud, y por eso yo me llamo Lara, por su personaje en Doctor Zhivago, que tengo que decir que es la película en la que yo más guapa vi a una actriz. Me encanta el nombre y me encanta el personaje, por eso lo llevo con mucho orgullo.
Soy yo la que no quiere que los demás tengan que mentir por mí, la que afronta con coraje los inviernos, buscando unos brazos que me cobijen incondicionalmente. Pero hace tiempo que crece la hierba en el cajón donde guardaba tus recuerdos, donde hace una semana encontré y tire una foto que se nos veía juntos, en ese inmenso arenal, poniéndoselo difícil a otro final de verano, con un crepúsculo sin miedo, con la esperanza recién nacida. Tenías los ojos arrugados para filtrar el sol y detrás de nosotros, a nuestras espaldas, el mar, enorme y ruidoso, con las olas encrespadas que eran el eco de aquél amor.
Desde entonces busco disimuladamente una mirada que haga que suba la marea de mi corazón, pero siempre choco contra el muro, los innumerables peces que pueblan el mar pero ninguno brilla de una manera especial.
Ni el chico que una noche se acercó a mi parte de la barra y me invitó educadamente a beber, con una sonrisa amable y unas palabras sinceras que no sonaban a manual de ligue en cinco minutos. Y al fin de semana siguiente volví exclusivamente para comprobar si él también esperaba verme aparecer, si había conseguido eso tan complicado de dejar al otro queriendo un poco más de esos diálogos, tropezarse de nuevo con esa mirada profunda y abierta que daba pie a soñar de nuevo con los peces de colores y las playas desiertas.
Me dijo que se llamaba Federico por Federico Martín Bahamontes, el ciclista.
-Qué curioso, a mí me pusieron Lara por el personaje de Julie Christie en Doctor Zhivago- dije sonriendo sinceramente.
-¿Doctor que?, ¡ja ja,ja!, ¿tu padre que trabajaba en un hospital?- se rió divertido y torció la cabeza hacia la barra buscando a la camarera con total normalidad.
Mi expresión se tornó de golpe, me di media vuelta y salí rápida por la puerta. En la calle hacia viento y me refugié en un portal donde busqué tu número del móvil, deseando zambullirme en ese mar, del que nunca debí salir como una sirena incauta, abrasada por el sol.

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