Nulla dies sine linea

14 septiembre 2009

Dibujos

Un pensamiento, una rabia, una sensación. Todo lo canalizo dibujando. Es mi escape y mi diversión, mi catarsis y mi evasión. Ni yo mismo puedo llegar a interpretar el resultado, con sus contornos, sus líneas y sus lágrimas camufladas y las sonrisas que laten dentro del papel en alguno tono vivo.
Pinturas que expresan el despertar de la primavera, el crepúsculo de algún verano que muere en el horizonte del último atardecer o las mentiras que a mí mismo me cuento. Dibujos y pinturas que son como un diario; que guardo celosamente de la mirada de ajenos.
Alguna vez me obsesioné con algún dibujo, no me dejaba dormir porque me recordaba demasiado a mí. Sin quererlo, me asombré del resultado final y me veía extrañamente reflejado, como si hubiera despertado los fantasmas más escondidos de mi personalidad y los inyectara, sin darme cuenta, a golpe de acuarela en esa pintura. Lo miraba y me traumatizaba ligeramente, podía observar las partes tenebrosas de mi propia mente.
Dibujo mentalmente varias veces a lo largo del día. Memorizo un encuadre, un paisaje, un rostro de mujer. Recreo con mis manos cuando acaricio, esculpo un hermoso cuerpo cuando lo recorro con los labios.
Pero todo esto ya lo sabes. Y cuando te vi la primera vez desee inmortalizar esos ojos, hacerlos eternos sobre un lienzo, coger toda la fuerza de vida que desprendía tu mirada y poder tenerla en mi cabeza, ser capaz de encontrar el tono para esa pupila oceánica e inmensa. Hacer inmortal esa sonrisa que golpea el corazón, tener en un retrato mudo las vibraciones sonoras de tu voz, poder plasmar la tonalidad de tu piel, que al mirar la pintura se pueda casi sentir su olor.
Pero no voy a dibujarte hasta que no te sepa de memoria, hasta que no necesite otra cosa que cerrar los ojos para verte tal como eres, y percibir la intensidad de tus facciones, el brillo de tu pelo, los contornos de tu cuerpo y la forma que adquiere debajo de la ropa.
Te quise plasmar desde el primer momento, y ponerte ante un fondo alegre, sobre un mar que simbolice mi deseo inabarcable, con esa fuerza del primer abrazo o cuando sentí las palpitaciones de tu pecho antes de besarte, y dibujé sobre tu boca un boceto de amor eterno.

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