Nulla dies sine linea

28 septiembre 2009

Ruido

Como si tuviera que dar explicaciones al destino, su corazón aún temblaba al recordar su nombre, ver su foto o evocar recuerdos que llegan directamente del pasado para adentrarse por las venas de un presente que vive al día sin más necesidad y ambición que la de ir tirando.
Todo se rompió un abril gris como se rompen las grandes valijas cayendo en un barco a la deriva: ruidosamente, con gran estruendo, sin posibilidad de juntar los pedazos de ese desastre. Desde entonces esos restos de navío viajan sin rumbo fijo entre un mar inmenso donde nunca se ve tierra a la vista. Todo estalló y Rocío vive desde entonces a rebufo de aquella intensidad que la marcó como una fragua en la vida.
Y sabe que siempre te alcanza un rayo de sol que sale entre las nubes y te da justo a ti. Saborear ese momento y no soltarlo es su objetivo. Ya no habrá más noches donde escuche desde la cama el sonido de los pasos del fracaso. Quiere morder los mejores años de su vida.
Sentir, beber, verlo através de la barrea, verlo por los ojos de la gente, hablado, besando. Caminar entre los locales sin rumbo, si no controlo estas riendas es posible que me superen. Sin que nadie sea capaz de ver su derrota, que poco a poco se deja la vida por estas calles, cree que nunca ha sentido tanto.
Desde hace varias semanas, a todos los ensayos de su obra de teatro hay un fantasma, un desconocido, que se sienta en la última fila de butacas de un desierto patio y observa a los actores preparan las escenas, repetir sus papeles, cotejar el vestuario. Nunca dice nada y siempre observa, en silencio. Rocío cree que va a verla a ella, como en Lo importante es amar, que viene ensimismado por su belleza, que está enamorado de ese teatro y de esa actriz de grandes dotes, y tal vez algún día llegue a ser su marido. Quién sabe, siempre tuvo suerte con los silenciosos hombres misteriosos, que llegan a su vida casi sin hacer ruido y se marchan dejando un estruendo de recuerdos a su espalda.

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