Nulla dies sine linea

11 abril 2010

Palidecer

Aunque siempre apuesto a caballo perdedor, supongo que en esta ocasión ya no me impresionan las vidas que me lleves de ventaja y la insensata certeza de que conoces mejor que yo los mecanismos de la macabra rueda. Callo para no decirte que mi lista de fracasos ha perdido la cuenta aceptando cualquier natural esfuerzo por olvidar como algo obligatorio y asumible.
A pesar de los resecos labios con heridas, a pesar de los últimos besos agónicos rodeados de mentiras, sigo percibiendo con renovada ilusión ese aroma fresco que emana de tu piel y esa húmeda pasión de tu boca que ejerce de impetuoso rescate. Como recambiar cada día una viejas bujías oxidadas, como ponerle aliciente a cada nuevo domingo y que recorras mi cuerpo con besos restaurados que ayuden a olvidar el inmenso peso de tantas traiciones. Nos precipitamos y se comienza a avanzar con zancadas imparables hacia otro nuevo te quiero y una caricia que reviente un amanecer que se presentaba solitario.
Sólo espero de nosotros mantener siempre la sonrisa sin llegar a quemar del todo las últimas arrugas de la existencia. Que seas eternamente bella junto a mí. Que no nos abandone nunca ese deseo de vivir, esa resplandeciente ilusión de los veinte años, que tengamos siempre el desparpajo y la gracia que nos hace noche tras noche bebernos la vida por delante. Que nunca llegue la resaca, que el fascinante encanto no se rompa, que nuestra noche sea una eterna brisa entre luces de cielos estivales, y la realidad no nos golpee en el rostro para fragmentar con furia el espejo donde vivimos este ensueño inesperado.
El alcohol y el pasado no son lo bastante fuertes para quebrar esta unión que sin saberlo intenta sobrevivir a viento y marea. Pero conozco como funciona esto de (con) vivir. Ojalá nadie nos quite la manta en los inviernos del frío que vendrán, y guardemos siempre reverencia por nuestros cuerpos y no haya necesidad de llorar con impotente rabia por lo que se tiene, pues conservar lo logrado siempre es una ardua tarea que no encuentra comparación con no hacer hincapié a lo que nunca se tendrá. Vigilo como ave que lleva el diablo que terceras personas no obstaculicen nuestro suicida romance, ni siquiera aquellas que avanzan desde el pasado para hacerse insensatamente presentes. Mantener el fuego requiere el empeño de los dos y la complicidad de los años, resistir a tanto desencanto y tantas dudas y tanto miedo que engrasa las discusiones cotidianas y el eterno elixir del paso del tiempo, tan consciente de que desgasta lo perfecto.
Me miras directamente con ojos lacónicos. Y me vuelco dolorosamente sincero contigo. Me acompañas medianoche tras medianoche en una danza de licores y pasiones. Te enrollas a mi espalda y reclamas besos bañados por whisky y un infantil impulso de fracturar ambientes con nuestra destacada presencia. Vivimos como si no existiera mañana, pero es una realidad que nuestra juventud no durará siempre, y después, cuando cierren las puertas de los últimos bares y se destiñan los vestidos de las graduaciones, cuando ya no se oiga el eco de los tacones y los hielos se hayan derretido por completo, cuando los años dorados sean un verso en el tiempo, entonces te aseguro quedaremos a la intemperie, y es ahí cuando se demostrará si lo nuestro fue voluptuosidad del espejismo de la juventud o algo que es capaz de resistir lo gélido del alma cuando la orquesta ya ha terminado de tocar y los últimos noctámbulos bailarines ya se recogen en sus casas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Todavía eres capaz de sorprenderme roberto y para mayor sorpresa muy gratamente, sin duda de todos los que lei, el mejor!!!