Nulla dies sine linea

07 febrero 2010

La escucha

Y, sin previo aviso, tu mano se posó sobre mi boca. Dulce, graciosa, sorpresiva. Era una señal para hacerme callar, tal vez ya estaba hablando demasiado, con mi locuacidad enaltecida por el alcohol, ingerido premeditadamente cuando tengo la certeza de que voy a verte. Me quedé petrificado, nervioso aunque seguro, intentando no transmitir mi deseo de besar aquellos dedos y mirando fijamente tus ojos. Retiraste la mano y tu sonrisa de complacencia, junto con la cercanía de tu cuerpo, me dieron a entender que ese era el momento en que tenía que besarte, que era nuestro pedacito de tiempo, nuestro trozo de historia en el sábado noche en una calle que ya no será igual. Pero quise alargar los segundos, lo suficiente para contemplar de nuevo ese rostro perfecto y tierno. Entonces, como en las largas diapositivas dicen que se pasan por delante en el momento de morir, yo sentí una acumulación de sensaciones y recuerdos mientras bajaba los párpados. Pensé en las derrotas que habían embestido mis defensas hasta hacerlas más resistentes y vigorosas, en cada vez que el destino mordía la mano que le alimentaba con sueños, en todas las alegrías abortadas, en la aceptación del fraude; y hasta pasó por mi cabeza en esos breves pero intensos momentos el suicidio de Larra, casi una obsesión en las noches sin consuelo; la dignificación de mis fracasos al no ser un mártir, el propio impulso para salir de ellos; el autorrespeto que se debe profesar cualquier persona para huir de la doble moral y las mentiras. Ese mundo vivido que me marcó estaba fraguando ese beso. Un beso que llevaba toda la fuerza de mis ganas de vivir, un beso que me merecía como merezco ahora la atención que me profesas y tus pupilas ávidas de escrutar mi interior. Tus labios son suaves y hospitalarios, era la sensación candorosa de tus senos apoyados sobre mi pecho a través de la ropa la que me hizo retirarme. Era demasiado azaroso para mí, quería mirarte una vez más, como el enamorado y decadente Fredric March de ‘Ha nacido una estrella’, y comprobar que eras real, que mi vida de nuevo daba un giro tan espectacular que espero perdones que me deleitara en tu boca más de dos horas, fue sólo para certificar que de nuevo tengo otra oportunidad y que llueve en mi corazón.

Ahora, con el primer beso aún caliente en la memoria, el atraco de tu alma culminado, nuestras pasiones enfrentadas y todo hecho y todo por hacer, con la energía que imprimo a los actos que me templan, arriesgo todo una vez más en busca de la necesitada sensación de permanente plenitud. Estoy sereno y con todas mis armas, confío más que nunca en está estrella que brilla. No concibo la vida sin la llama ardiendo, los sentidos activos, la espera de la noche buscando unas palabras y una madrugada para compartir. Fuera de eso todo es gris, se acumula jornada tras jornada la rutina como basura, convives con el hastío, nada es intenso salvo las alternativas que te ofrecen tus seres queridos y tu propia soledad. Pero amo la soledad y también unos dedos buscando mi nuca, una caricia a destiempo sobre el umbral de un amanecer; necesito del amor para crecer como una planta necesita de la luz para desarrollarse. Por eso doy siempre de más en cada dosis, busco disimuladamente tus flancos para adivinar tus fragilidades y misterios y que no me pillen a traición y con la guardia cambiada como en otras heces, quiero ser yo mismo el que se dé por advertido.
Con toda esa magia eres todo cuanto necesito aunque todo lo que necesito no venga de ti. Pero esa voz transmite calma, serenidad la sonrisa que dibujan esos labios que deseo tanto y aún me son prácticamente nuevos, el contorno de tu cuerpo sólo a oscuras recorrido me merece mucho respeto y el decorado de tu mente fascinante y tus golpes de humor hacen que este viejo corazón de quirófano se congratule y se entusiasme.
Nuestro porvenir derrocha la esperanza que yo tengo en cuenta por lo que me costó entrar en tu fortaleza, ganarme la confianza de tu reticencia, volcarme en otra apuesta a caballo perdedor, esperando que salga cara, de tripas corazón, curando las heridas, sigan jugando que esto marcha.
Sólo hubo que coger la vida que estaba a la vuelta de la esquina, tan cerca que con la lisura de tu vientre me río ya de los baches que habitaban en un pasado empedrado de traiciones.
Ayer apoyé la cabeza sobre tu pecho porque dije que quería oír tu corazón. Es la primera vez que oigo algo tan puro, un sonido tan bello.
Es curioso como aún eres una subida de telón, un pistoletazo de salida, y ya no puedo acostumbrarme a estar sin tu latido.

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