Nulla dies sine linea

15 abril 2009

Los muertos

Su vida marcada por unas raíces y un viaje a aquella tierra inolvidable. En ese viaje en el que se encontró con el único verdadero amor que tuvo en su vida. Volvía a ellas con la magia intemporal que le otorgaban los libros. Hay palabras e imágenes que acompañan y que su significado con el paso de los años adquieren el carácter de mito. Como descendiente de abuelo irlandés, mi madre tenía un especial apego a la literatura de Joyce, aunque por mi parte jamás conseguí terminar el Ulises.
Y, siendo una mujer sin aspiraciones de conocimientos profundos sobre cine, recuerdo desde muy pequeño verla turbada cada vez que visionaba la adaptación y excelente retrato de la sociedad irlandesa de principios del siglo XX en “Dublineses”, y ante todo, se le escapaban las lágrimas en el conmovedor epílogo con la confesión de Anjelica Huston sobre el amor perdido y la reflexión final de su marido. Intuía la identificación que podría relacionar a mi madre con ese monólogo y esas nieves que descienden sobre los campos de la república, y yo notaba como se me erizaban los pelos de los brazos con algo cercano a la emoción, y sospechaba que aquello debía de ser lo más próximo a la belleza que se podía estar viendo una película. El lirismo descarnado del que se sabe perdedor dentro de la propia aceptación de la vida y de la muerte.
Ya no hay una referencia sobre la que construir esas emociones, pues los significados se pierden en una sociedad despreocupada, rápida e insignificante.
Y así fue envejeciendo sentada sobre una silla de palisandro cercana a la ventana, y los libros no ofrecían más que un viaje temporal. ¿Cuántas veces habría visto caer la lluvia pensando en esas palabras, en la mirada perdida de un amor? Sus ojos esquivos renegaban de cualquier amago de compasión, y abrazada a una dignidad conmovedora entrará en el rumbo final de su vida con el rumbo equivocado, desoyendo las frases del que siempre prefirió irse joven que vagar sin rumbo hacia el abismo, el mismo que nos contempla en silencio, porque “uno a uno todos nos convertiremos en sombras, es mejor pasar a ese otro mundo impúdicamente, en la plena euforia de una pasión, que irse apagando y marchitarse tristemente con la edad”.

1 comentario:

Pelodegato dijo...

pues el ulyses no está nada mal, aunque dublineses sea mejor.

y por mi parte, prefiero no volver a perder, se me da demasiado mal, me pongo de mal café!

beso*