Nulla dies sine linea

18 mayo 2010

Éramos

Aunque no puedas entender estas líneas me veo obligada a una confesión, tardía y a destiempo, escrita en estas páginas de libreta y garabateada, pero es necesario para mí. Es una obligación reflexionar y preguntar: ¿Qué queda de todo lo que imaginamos cuando éramos jóvenes? De la utopía, de la libertad, de los planes al aire entre risas y amor y también esa desbordante necesidad de seguir palpitando. Esa ilusión permanente en el mañana, de querer cambiar el mundo comenzando por nosotros mismos; y ahora me parece tan lejanas esas inquietudes extraviadas en cualquier arcén… ¿Cuántos sueños hay que seguir rompiendo para llegar a alcanzar algo cercano a la plenitud, más allá de la infancia robada y esa juventud que naufragó en mayo del 68? Nada de lo que proyectamos como pareja y como personas se convirtió en realidad, nada Manuel. Nos fuimos poco a poco desencantando, con la madurez llegó el otoño de las ideologías, tuvimos que observar desde nuestro rincón como paulatinamente todo aquello en lo que creíamos se nos escapaba y nosotros nos enfriábamos hasta ese silencio sin revolución y ese papel de periódico mojado como sustento, pies de barro para un unión cara a la galería y al tiempo.
Me dejé arrastrar por la inercia aunque los meses y las nocheviejas se sucedieran increíblemente rápido; ya estaba demasiado dentro de ti y de la comodidad que nos salpicaba, y sólo veía vías de escape cerradas allí donde pusiera el ojo. Demasiado vivido juntos como para plantearse una liberación en cuanto intuí que la aventura encallaba. Continué dejándolo estar pues sé que cuando has atravesado esa imperceptible frontera es prácticamente imposible dar marcha atrás, buscar el tiempo no vivido, las certezas que perdí, y renegar de todo aquello.
¿Alguna vez fuimos felices o sólo fingíamos que lo éramos? No sé a ciencia cierta ponerle fecha al comienzo del tedio, pero, ¿sabes lo que es ver que los cimientos sobre los que habías construido tu vida empiezan a resquebrajarse, y no poder hacer nada por impedirlo? Esos cimientos que un día construimos con juramentos de amor eterno y vida por morder estaban oxidados y podridos por dentro, en una inexorable decrepitud. Lo veía en ti, en cada mueca de fatiga, en los madrugones rutinarios y resignados casi sin mirarnos. Ya no me sonreías de esa seductora manera buscando el tacto de mi mejilla y diciendo que me parezco a Françoise Hardy versión castiza. Lo veía en ti cuando sólo me usabas para satisfacer tu instinto primitivo, y después del sexo no existían las caricias ni la conversación ni ninguna palabra o gesto que pudiera atizar el fuego. En los últimos tiempos siempre igual, y cuando me sentía utilizada de esa manera era como una puñetazo en el mismísimo corazón. Nunca comprenderás que una mujer se despierta en mitad de la noche pensando en eso y siente escalofríos.
Eras mi vida, eras la sonrisa de mi alma, pero los sentimientos se defenestraron paralelamente a las ilusiones tragadas en el sumidero del tiempo, absorbidas sin remedio. Era como observar los últimos estertores de una vida. Demasiadas expectativas sin cumplir, demasiada seguridad de que me tenías, aunque me gustaría imaginar que, igual que yo, estabas secretamente abatido.

Te daba el sol de cara y el día y la visibilidad eran excelentes, tuviste que confiarte y te pesaba el pie en esas inabarcables rectas de Castilla donde sin darte cuenta la aguja se pone fácilmente en 160; y te dio por cambiar el CD y a esa velocidad no pudiste controlar demasiado bien la tracción en el puto despiste que dejó nuestro coche con las ruedas mirando al cielo y a ti en el caliente asfalto de la cuneta.

Ya nada me intriga. No sabría definir muy bien cómo me siento. Pero esta tragedia me animó a escribir en esta libreta. Todo esto lo puedo decir ahora precisamente porque ya no estás, pero nunca tuve el valor de enfrentarme a ello mientras vivías y cuando lo plasmo por escrito ni siquiera puedes leerlo. Ahora me siento tan culpable de mis consentidas cadenas como de observar tu ataúd repleto de flores y saber que jamás sospechaste que estaba a punto de marcharme.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

me impresiona como ers capaz d sacar a la luz y contar en tan poco espacio las tragedias cotidianas de personas anonimas, de esa tristeza de los sueños rotos

Carmen

Lalo dijo...

a falta de una lectura más profunda, me gusta rober, tienes que hacer la difernciación de párrafos, pero me gusta.

nos vemos en tesdepo