Nulla dies sine linea

10 diciembre 2009

Huida

Mara se despertó aletargada y con una sensación de sequedad en la boca, que le descendía hasta la garganta y hacía de su esófago un lugar en erosión. Al abrir los ojos sintió una ausencia que se tornó en extraña expectación, y al girar la cabeza descubrió que estaba sola en la cama. Se incorporó y ni siquiera pudo apreciar el rastro de su olor ni su sombra entre las sábanas desechas.
Recorrió la casa descalza pero en todas las estancias se palpaba ese sentimiento de vacío, sin el ambiente cargado que su presencia otorgaba a la vivienda desde hacía aproximadamente un año. No podía creer que fuera así, en vacaciones, en estas fiestas que se volverían diferentes.
Miró en la cocina y en el comedor en busca de alguna prueba o rastro que aclarara la marcha, pero en sus habituales estantes no había nada, ni sentía el imperceptible manto con el que siempre la cubría. Todo lo demás estaba en su sitio, su domicilio seguía igual, pero él no estaba.
Intentó repasar en su cabeza los últimos días, si había sucedido algo que conllevara la actual situación, qué podía haber cambiado, trató de descifrar esa misteriosa huida sin previo aviso, pero no encontró cosa alguna que hiciera presagiar, como si estuviera escrito, como si tarde o temprano tuviera que pasar; un destino reservado a personas como ella, con alguna enseñanza oculta.
Que se fuera de la noche a la mañana la dejaba descolocada, era más la curiosidad lo que la intrigaba. Durante todo un año habían sido uña y carne, y nunca se había separado de ella, fiel compañero en los momentos más duros, por lo que no entendía como iba a alejarse de aquella extraña manera. Tal vez las cosas sucedan de esa forma, quizás cuando menos te lo esperas simplemente es así, te despiertas un día y todo ha cambiado.
Se sentó en la cocina con una taza de café, a esperar. Pero nada, ni siquiera se movió algo en su interior que indicara lo contrario. Vagó por el piso, encendió la televisión y del aparato salieron brillantes imágenes compuestas de seres sonrientes y agradables melodías. Se acercó a la ventana y dejó que entrara el aire fresco, cubriéndola de una agradable sensación. Tal vez esto indique algo, tal vez ahora de verdad sea su momento.
Espero durante todo el día, sin salir, pero nada ocurrió. Respiró profundamente. Era verdad. Se había ido. El miedo ya no estaba allí.

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