Nulla dies sine linea

22 diciembre 2009

De vidas y pantallas

Cada persona tiene su propia manera de entender el mundo, su visión de la vida, sus heridas y sus ideales, los sueños y las cicatrices que vuelven o se sumergen o intentan regresar o se mueren. Por eso a cada cual le llega de manera distinta una película, una frase, un rostro, una historia. Todos tiene su película favorita, su identificación con una forma de comprender la vida, de encararse a ella o sostenerla. Sentir el añarazo al involucrarte, de entrar a fomrar parte perdurable de tu existencia. Puedes admitir rotundamente la excelencia de un filme pero sabes que jamás la nombrarías tu predilecta, y puedes enamorarte sin condiciones y sentirte tocado por una cinta evidentemente menor, o puedes encontrar una que sea rotundamente genial.
Siempre tuvo un mal concepto de las mujeres, por eso la película favorita de Andrés es ‘Cara de Ángel’, la mujer fatal representada por Jean Simmons, ese rostro hermoso y peligroso, esa cara angelical que engulle las envidias y el odio y lleva al desastre a un incauto Robert Mitchum, con final tan trágico como genial, con ese taxi pitando ante la puerta de una casa donde ya no queda nadie.
Clara, partícipe de un amor que se le volvió a aparecer después de una década, siente desde siempre predilección por ‘Johnny Guitar’, el regreso de amantes sin el derecho a olvidarse, esa necesidad de escuchar las mentiras para engañar a tu alma en un western tan atípico que no queda otra que adorarlo. David no puede dejar de ver una y otra vez ‘Muerde la bala’, Gene Hackman defensor de los animales, una carrera contra la distancia y contra sí mismo, una victoria de dos acordada por la dignidad de la amistad por encima de todo. Para Santi, nómada y vividor, la película de aventuras por excelencia, la obra más completa con todos los ingredientes, es sin discusión ‘El hombre que pudo reinar’, el cinismo de la adorable pareja protagonista, su desenfadada visión de la vida y Sean Connery cantando en el puente que lo va a despeñar son mezcla de sensaciones que la elevan a su olimpo particular. Para un incondicional del jazz como Martín la obra maestra de Eastwood ‘Bird’ es el canto del cisne del clasicismo biográfico.
Ignacio afirma categóricamente que la meca del cine es ‘Doce hombres sin piedad’ por lo inusual de su planteamiento, la factura impecable en un único decorado y el poder de la palabra como arma al servicio de un guión envolvente. A Fran, militar de vocación, ‘La chaqueta metálica’ le marcó profundamente, ese desvío del humillado hacia su locura personal, la tontería de la guerra y el dilema de ejecutar a una combatiente herida, todo al estilo Kubrick.
Para Eduardo, aficionado empedernido al póker, la película de su vida es sin duda ‘El rey del juego’, la dignificación de la derrota absoluta, quedarse a las puertas de la gloria, recibir el perdón de la mujer a la que traicionaste.
Camino tiene a ‘Cinema Paradiso’ por encima de cualquier otra, y el final de los besos censurados representa para ella todos los besos perdidos a lo largo de una vida en la que, como el protagonista, le ha tocado esperar una llamada o unas noticias que nunca llegaron.
Chema siente una identificación dolorosa con el niño de ‘Los 400 golpes’, su descontento con el mundo y la represión que simboliza el colegio y su búsqueda de esa libertad que es el mar. La película preferida de María es ‘Rio Rojo’, esa historia del padre y el hijo adoptivo tiene mucho que ver con ella, las disputas y la odisea, el viaje hacia un imposible que sólo se consigue a veces con medidas desproporcionadas y viviendo con las heridas que el tiempo va fraguando en el carácter.
A César, derrotado por las circunstancias y la resignación a ver partir al amor de su vida, la única despedida que le hiela el corazón es entre dos seres obligados a ser los protagonistas de pasiones efímeras e imposibles y ocurre en el aeropuerto de una ciudad llamada Casablanca.

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