Nulla dies sine linea

23 diciembre 2010

Amanecer


Le pedí una noche en algún lugar desconocido y discreto, dónde su memoria no ofreciera lagunas y el tiempo no estuviera plagado de heridas de madrugadas semejantes que empezaban en la barra de un bar y acababan en la habitación de un hostal o en cualquier lugar sin luz. Era un peligro enamorarse de ese tipo de hombres con el olor del humo en la piel y una caretera gastada como las arrugas de su incertidumbre. Todo lo que puedo ofrecerte empieza y termina esta noche. No más preguntas, no despedidas. Nada de querer andar por las calles vacías que recorrían su alma.
No sé muy bien que buscaba en esas barras donde encallaba, bebiendo y fumando en un rincón, pero era la chica más triste del local, noche tras noche la veía. No iba a ofrecerle ningún rescate, tan sólo unas horas de olvido en el color de la madrugada, fingiendo que tenemos algo que ganar.
Escogimos un bar al azar y la mesa más alejada, más en penumbra. Mirarla a los ojos era como entrar en un túnel de momentos oníricos y de deseo, del misterio de su ser y todo el recorrido que me había llevado hasta allí, cada recoveco de mi vida en soledad que se había tatuado por huecos con mujeres nocturnas como aquella, con mucha tinta que olvidar. No pudimos tomar más de dos copas y alguna cerveza. Sus tacones sonaban lacónicamente sobre las baldosas de la acera camino al hotel.
De pie frente a la cama, me miraba, observándome. Colocada a la derecha del diván, respira pesadamente, tenía algo de nadador a la espera del pistoletazo de salida.
La abordé como si todo mi hambre se proyectara sobre ella, manejándola con fuerza hasta casi hacerle daño, dejando que la cabeza se desconectara; mordisqueo su oreja y su cuello, mis manos acarician ahora su pecho por encima de la blusa, que se ajusta a su cuerpo. Hago círculos con los dedos en su espalda, mis brazos la rodean y acaricio su cuello, su escote, mientras mis dientes la muerden.
Su piel era extrañamente suave, con los reflejos de la cercana juventud aún ardiendo en cada poro. Su cuerpo temblabla ligeramente cuando la desnudaba sin demasiados preámbulos, y mi mano buscaba sus huecos, sintiendo el calor y la humedad, y su sexo arde entre mis dedos. Con su perfume adueñándose de todos mis sentidos, noto la erección en mi entrepierna, y las gotitas de sudor que se deslizan por mi frente. El olor a sexo inundaba toda la habitación, adivinó mis deseos y desliza su mano por dentro de mi pantalón. Podía acariciar todo su cuerpo mientras se colgó con fuerza de mi cuello y casi como un gemido susurró: "házmelo".
Ofrecía su buca con ansiada desesperación, y hacía el amor como si tuviera algo que expulsar fuera. Y pensé: "ahora voy a dedicarme a ti, solamente a ti toda la noche. Voy a dedicarme solamente a ti, es la única manera de sentirme a mí mismo."
Nos embargó furiosamente la pasión y no dormimos hasta la mañana, tal vez por el viento caliente que soplaba al amanecer. Cuando me visto y me incorporo los rayos ya bañan toda la estancia. Caminé hasta tener agarrado el picaporte. Me volví y la observé recostada, con la espald al aire y el resto del cuerpo cubierto por las sábanas. Me miraba sin decir nada, yo en el umbral de la puerta. Por un breve instante pensé en decirle que me gustaría quedarme con ella en la cama viendo pasar el día, recorrerle la piel en cada amanecer, acompañarla en su letargo, sobrevivir juntos a los bares y las noches de alcohol y humo, ser el único que tuviera derecho a balancearse por su mirada triste, prometerle que a mi lado iba a ser feliz, y que beberíamos todos los días vino tinto sobre un mantel, y la miraría y sonreiría; pero aparto los ojos y me giro lentamnete, ha notado ese tic que siempre coincide con una desazón o un silencio. Abandoné la habitación y al salir a la calle y golpearme el sol me sentí extrañamente mal, con una puñalada de melancolía en el pecho, una sensación de resaca sin apenas haber bebido. No me sentía más saciado, ni más aliviado, ni siquiera parecía real. Fui con ella para olvidar y la olvidé cuando atravesé la puerta. Pese a todo la luz de la mañana me parecía mucho más cargada, cuando el día nos devuelve todas nuestras miserias, el fin de otra noche más, como un golpe de viento que al despertarse sabe que el sueño ha quedado atrás.

1 comentario:

lolita dijo...

la unica manera de resistirse a la tentacion es caer en ella!!