Nulla dies sine linea

24 septiembre 2010

Jugar

Cuando cumplí doce años mi padre me regaló un bonito y artesanal reloj de arena. Para mí el tiempo siempre fue como granos de arena que se escapan siempre irremediablemente, que pese a todo no se detiene y transforma lunas y espejismos. Mi padre me dijo que no podía evitar que la arena cayese, pero que podía jugar con el tiempo y llamar a la suerte. “Vendrá el futuro a verte alguno de estos días”, me dijo. Si la suerte jugara al rojo en la ruleta de mi vida, mis ganancias se verían mermadas continuamente por culpa del negro. La verdad que no me ha acompañado en exceso desde que tenía 15 años y sufrí el primer revés del amor. En ese sentido envidio enormemente a mi mejor amiga Sandra, tan enamorada de Fran después de tantos años, tan perfectos ellos, derrochando el amor a la vista como si dispusieran de una fuente inagotable.
En cambio mi evolución sentimental se ha limitado a cambiar los portales por el asiento trasero de un coche, a ir perdiendo hombres con la misma facilidad que podría perder una quiniela, jugando a la guerra y sin hacer prisioneros, devastando, recibiendo y causando daño. Y la vida que se escapa en cada herida, y la palabra amor como si fuera sangre; podría ser que un día regresara ese hombre, sin avisar, sin decir nada…pero está lejos, demasiado lejos a pesar de todo, kilómetros entre nosotros que son como cuchilladas. La verdad que cuesta darse cuenta de que nada sale como imaginabas de niña, que no existen los cuentos de príncipes y besos que desafían venenos; pero siempre esperando que cambie la suerte, anhelando un corazón que espere en la noche y que no tenga miedo a acercarse juntos al precipicio y pese a todo no caer y mantener en pareja el equilibrio.
Pero Sandra tiene un amor de los de película, estoy segura que no han perdido ni un ápice de la pasión, no ve más allá de la sombra de él ni él de la de ella, se han mantenido sin problemas todo este tiempo, dialogando cada decisión, pensando en común cada respuesta. Ellos han cambiando, evolucionado, pero no su amor que parece ser siempre el de dos adolescentes. Supongo que no es más que deseo por lo que ella tiene. Si yo pudiera encontrar algo asi…¿no es acaso eso lo que toda mujer quiere? Sin tener que fingir, sin sufrir.

Hoy estaba con ella tomando un café en la terraza del Ruby´s. El sol nos daba de cara y ella fumaba en silencio. Le contaba el desastre en el que había acabado mi última cita, otro sapo que se va de un salto.
—Sin embargo, San, tú no tienes problemas de esos, en las relaciones eres un ejemplo a seguir…
Pese a que lleva las gafas de sol puestas noto como su mirada se turba y desciende.
—Tengo que decirte algo—la miro expectante y extrañada—. Hace años que no estoy enamorada de Fran.

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