Nulla dies sine linea

20 octubre 2017

Ahora



Ahora es como si la lluvia otoñal trajera de vuelta tu nombre en su húmedo susurro y el recuerdo del invierno que pasamos persiguiendo el calor de los cuerpos, ahora que regreso de muy lejos con tu sabor insertado en mis labios, que la memoria caprichosa selecciona sólo lo mejor y te desnudas todavía en mis sueños las noches en las que no puedo dormir, pensándote despierto, en soledad, iluminas mis madrugadas, vuelvo sobre unas líneas de amor en un cajón, vuelvo sobre todo el carrusel de emociones mientras Europa envejecía bajo nuestros pies, a cada zancada, en cada estación de tren y en las paredes de todos los hoteles de paso que inmortalizamos con nuestras pieles aún jóvenes y febriles; el abrazo en pleno amanecer, la furia de tus recuerdos más dolorosos, sé que sigues siendo preciosa justo en este instante, mientras el tiempo y la distancia se empiezan a interponer entre nosotros, otra vez, como antes de que cogiera el primer avión con la intención de seguirte tras cada frontera.

Ahora que ya no naufrago en las barras, que he enterrado tantos pasados y que he sobrevivido a todos los zarpazos, continúas cruzando kilómetros digitales para escribir un te quiero por sorpresa y mantienes el silencio durante semanas para hacerme entender que sólo eres otro imposible, ahora que sé que nuestra historia tuvo que ser tan breve como intensa, y guardarla para que así sus mejores momentos acompañen y pinten una sonrisa en nuestros rostros si es que alguno de los dos llegamos a la senectud, dejándonos empañar por la melancolía y la belleza del recuerdo. Ahora que sabemos que olvidar es también una forma de mentirnos. Pero no dejes que ahora la nostalgia te remita a ciertos paraísos perdidos.
Ahora que supiste ser la más madura de los dos, calculando los tiempos con los pies en el suelo mientras yo me derretía por ti en cada presente, ahora que se han resguardado todos los hermosos caballos y amenazan de nuevo las nieves sobre la capa tantas veces remendada de sangre y barro del continente, y que yo no volveré a vivir con el sonido glacial de una carretera helada durante meses bajo mis botas; Madrid sin puerto de mar y tanta vida aplazada mientras arde tu garganta en mi pensamiento, trato de cumplir con nuestras promesas, tus últimas palabras antes de dedicar una mirada al cielo y te veo con los ojos de aquellos días, aquellos ojos tuyos que habían cambiado mi mundo para siempre en el espacio de un latido. Sigo siendo el mismo muchacho que apareció con una maleta en la mano y en silencio sonreía.

No hay comentarios: